Ni los dibujos animados (o como los quieran llamar, ahora que la animación tradicional casi ha desaparecido y todo se hace en digital) se libran de la pandemia de superhéroes que azota actualmente al mundo del cine y que tantísimo daño le ha hecho. Es hasta gracioso echar la vista treinta o cuarenta años atrás para comprobar cómo han cambiado las cosas. Entonces los superhéroes formaban un subgénero minoritario dentro del llamado «cine de evasión», con productos para niños y adolescentes que en no pocos casos quedaban encuadrados en lo más hondo de la serie B y nadie tenía la osadía de tomarse en serio, ni siquiera la gente que los hacía. Porque nadie en su sano juicio osaría tomarlos en serio.
Ahora estamos en pleno siglo XXI y resulta que no hay semana en la que no se estrene una peli de superhéroes, y que una mierda tramposa y pretenciosa del calibre de El caballero oscuro puede compararse a Ciudadano Kane, Apocalypse Now o Centauros del desierto, haciendo buenas las afirmaciones del mismísimo Alan Moore acerca de lo que no es otra cosa que una sociedad infantil, conformada por seres esencialmente imbéciles que creen que Superman o Spiderman son filósofos capaces de transmitir un mensaje intelectualmente respetable. La última parida al respecto la hemos visto con ocasión del estreno de Wonder Woman, un engendro que se vende como «feminista» cuando fue creado, en los años cuarenta del siglo pasado, por un tipo cuyo respeto hacia las mujeres era tal que, no contento con ponerle los cuernos a su mujer, se los ponía también a su amante. Lo más triste es ver cómo un truco publicitario tan burdo ha calado entre niñitas recién salidas de la uni y hasta en mujeres de verdad, muchas especializadas en pringar las redes sociales con monsergas sobre «el empoderamiento» y «el yugo del heteropatriarcado». Lo dicho: Alan Moore lleva toda la razón.
Icono del feminismo.
Centrándonos ya de una vez en Big Hero Six, pues bastaría decir de ella que básicamente es una peli de superhéroes actual, con todo lo bueno y lo malo que ello implica, aunque afortunadamente no resulta tan «profunda» porque se supone que va dirigida a un público infantil y prepúber. Pero infantil de verdad, no treintañeros cuya única novia conocida haya sido alguna de sus dos manos.
Basándose en un cómic de Marvel, la historia se sitúa en un futuro más o menos cercano y gira en torno a un niño huérfano de trece años que se gana la vida con peleas ilegales de robots. Su hermano mayor, que pese a todo le quiere mucho y tal, le convence para que use su talento en algo más productivo para nuestra sociedad, como es ponerse al servicio de una gran empresa que le explote trabajando como un negro mientras ésta, a cambio, se lleva los beneficios. Pero algo sale mal: el hermano casca en lo que parece haber sido un desgraciado accidente, y lo único que queda de él es un robot hinchable que se parece a la mascota de Michelin. Luego el chaval se da cuenta de que algo huele a podrido en Dinamarca y embauca a sus amigos para que se jueguen la vida con él ayudándole tirar de la manta.
Para acabar de convencerles entre ración y ración de moralina Disney sobre lo bonita que es la amistad, y puesto que todos son una panda de freaks inadaptados (exceptuando la chica que hace gala de su feminidad comportándose en plan machorra, un clásico que por supuesto aquí no podía faltar), el chaval utiliza sus inagotables conocimientos para crear unos trajes especiales y dar forma a un grupo de superhéroes que se encargará de zurrarle la badana al malo de turno (el Big Hero Six al que alude el título). Y al final todos tan amigos y la chica para mí, que para eso soy el prota-macho alfa y no una marica de esas que a veces salen por la tele desfilando en plan locaza. Vosotros a lo vuestro, consagrados al onanismo como lo más cercano al sexo que jamás practicareis. Y a seguir soñando con que algún día os despojaréis de vuestro aura de perdedores lerdos y acomplejados, para poneros a la altura de vuestros jefes.
Paulo Coelho, guionista sin acreditar de Big Hero Six. «Me río en vuestra puta cara».
Hasta aquí todo perfecto. O no, habida cuenta de que el párrafo anterior da a entender que nos encontramos ante una castaña pilonga cuando tampoco es eso. La base argumental de la película es atractiva y es indudable que su arranque está muy bien. No en vano recuerda sospechosamente al de Up, que era fantástico.
Y ahí reside el principal hándicap de este invento, porque da la impresión de que a Pixar hace tiempo que se le acabaron las ideas (bueno, en realidad llevan viviendo de la misma idea toda la vida) , y si a eso le unimos el lastre impuesto por Disney y su nauseabundo mensaje conservador, al que en este caso se une también el de Marvel (ahora propiedad de Disney e hstóricamente igual de reaccionaria. Dios los cría y ellos se juntan), lo que queda es una trillada colección de clichés muy irregular, divertida solo a ratos y extremadamente pesada en su último tramo, alargado hasta el infinito. Es lo que ocurre cuando se echa mano de una historia que no da para mucho y se intenta alargar artificialmente para llegar como sea a los 100 minutos. No cabe esperar maravillas y desde luego Big Hero Six, sin llegar a ser mala, no es para nada una maravilla. Cosas del cine de superhéroes, un tumor cancerígeno que ha contribuido decisivamente a que el otrora «séptimo arte» sea la mierda pinchada en un palo que es hoy.
Resultado: Mezcla de aplausos y abucheos.