Mi difunta abuela materna solía decir de Pedro Almodóvar que “sólo sabe hacer películas de putas y maricones”. Huelga decir que la buena mujer, como la mayoría de las de su tiempo, no se destacó precisamente por su talante liberal, aunque le sobrase gracejo para soltar sus opiniones “a machete” y quedar como una señora. Que llevase razón o no era otro cantar, aunque en este caso he de reconocer, pese a quien pese, que no le faltaba.

Si uno se dedica a examinar con lupa la ya prolija carrera del realizador manchego verá que, básicamente, este ex empleado de Telefónica va camino de llevar cuarenta años haciendo la misma película. No es preciso recalcar la clase de personajes que suelen aparecer en ellas, sea como protagonistas o en otra clase de papeles.

Visto lo visto, supongo que no hará falta indicar que soy de los que, como mi abuela, siempre han puesto en tela de juicio el supuesto talento de ¡Pedroooo! Como director, porque como relaciones públicas ya es otro cantar. El tío ha sabido venderse en la industria como nadie, tanto a nivel nacional como internacional, y pese a lo discutible de su filmografía, nadie se atrevería a poner en duda su estatus como uno de los cineastas más reputados que ha dado España en toda su Historia. Tanto es así que nunca ha faltado (ni faltará) la corte de palmeros mediáticos dispuesta a poner por las nubes el último film de Almodóvar, aunque se trate de tostones del calibre de Kika, La flor de mi secreto o Todo sobre mi madre. No obstante, sería muy injusto poner a Pedro Almodóvar a la altura de, por ejemplo, Ed Wood. Ni tanto ni tan calvo: es justo reconocerle al manchego sus méritos más allá de las relaciones públicas, y que tiene en su haber muy buenas películas; sobre todo en los primeros tiempos de su carrera, cuando no estaba tan “endiosado” por los medios ni se tomaba (a sí mismo) tan en serio. El mejor ejemplo de esto es ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, que en mi opinión pasa por ser no ya la mejor película que Almodóvar rodó en los 80, sino la mejor película que ha rodado jamás en toda su carrera.

Almodóvar embajador de la Marca España. Haciendo honor a un país de risión.

En 1984 la Movida madrileña estaba en pleno apogeo y Pedro Almodóvar era una de las puntas de lanza de aquel “movimiento contracultural” que algunos sostienen que jamás existió. Pedro era ya un personaje famoso incluso entre el gran público, y fue entonces cuando se “destapó” con este auténtico desmadre, mayor incluso que el de Mujeres al borde de un ataque de nervios y a mi modesto modo de ver mucho más divertido y con mucha, muchísima más mala leche.

En ¿Qué he hecho yo…!! el director supo plasmar como nadie las miserias de Gloria, la típica ama de casa que oculta bajo su aspecto de persona común y corriente todo tipo de frustraciones y sueños incumplidos. Una Carmen Maura colosal hace un perfecto retrato de una mujer, que salvando las distancias a causa de lo extremo del personaje, podría ser cualquier vecina nuestra, agobiada por las dificultades para llegar a fin de mes y desquiciada por tener que aguantar a un par de hijos macarras y a un marido que pasa de ella como de la mierda. Únicamente la excéntrica abuela (entrañable Chus Lampreave, como siempre) parece mantener cierta cordura dentro del frenopático en que se ha convertido la minúscula casa donde vive (o más bien sobrevive) la familia.

«¡Uy, se me olvidaba que soy diabética!»

El evidente tinte dramático en las desventuras de Gloria queda aquí oculto bajo un manto de comedia negra, disparatada y hasta surrealista, en el que el “Universo Almodóvar” (al menos el de su primera etapa) se reconoce al primer vistazo. No falta la galería de personajes extremos habitual en su cine (incluyendo en esta ocasión a una niña con poderes telequinéticos) con la que, sin embrago, es muy fácil simpatizar A ello colabora una sobresaliente dirección de actores y sobre todo de actrices, sin duda uno de los puntos fuertes del realizador manchego.

De todas formas, tras este análisis “sesudo” nos queda un divertimento impagable, con cameos de postín y escenas para el recuerdo, como aquella en la que el director Jaime Chávarri, interpretando a un exhibicionista, desvela su cuerpo serrano ante unas alucinadas Carmen Maura y Verónica Forqué, todo ello aderezado con un diálogo absolutamente descacharrante. El más que buen ambiente que reinó durante el rodaje se nota, y Chávarri se desmelenó frente a la cámara. Como también lo hizo Gonzalo Suárez, todo un “tótem” entre nuestros directores de cine, que se despojó de su timidez para interpretar una escena en una bañera. Con un par de copitas encima para animarse, eso sí.

Resultado: Descojonación, pero en el buen sentido del término.

Ficha en la IMDB.

(Este artículo fue publicado inicialmente por Leo Rojo en COMPUTER-AGE.NET y se reedita con el permiso de su webmaster. Sirve también como homenaje a Chus Lampreave, fallecida en abril de 2016 a los 85 años).

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