“La historia del primer alunizaje tripulado como nunca antes te la contaron”.
Así podría resumirse este magnífico documental sobre el increíble vuelo del Apollo 11 hasta el Mar de la Tranquilidad, estrenado para conmemorar el 50 aniversario del que sin duda es uno de los mayores logros de la especie humana. Utilizando solamente imágenes de archivo (en muchos casos inéditas) y diversas técnicas para pasarlas a alta definición (en 4 y hasta 8K), el director Todd Douglas Miller consigue trasladarte en una cápsula del tiempo hasta 1969 y meterte en lleno en los centros de control de la NASA y en la nave espacial que llevó a Neil Armstrong, “Buzz” Aldrin y Michael Collins hasta nuestro satélite, en lo que constituye una experiencia increíble. A esto contribuye la total ausencia de narración en forma de voz en off: las imágenes y las voces de quienes aparecen en ellas se bastan por sí mismas para transmitir una sensación de “estar ahí” casi real. No solo junto a los astronautas y el ejército de técnicos que dirigió y controló la misión, sino también junto a los miles de espectadores que contemplaron in situ el lanzamiento del gigantesco cohete Saturno V, en lo que tal vez constituya la secuencia más lograda y emocionante de todo el metraje.
Que Apollo 11 es una película concebida para ser vista en la pantalla de un cine se nota en el tamaño de los rótulos, demasiado pequeños para leerse con facilidad en un televisor incluso de gran tamaño. Pero como “plan B” y ante la imposibilidad de acudir a una sala para verla en su elemento natural, una tele grande que proporcione imágenes de buena calidad sirve para cumplir el expediente de un modo aceptable y no nos privará de vivir momentos alucinantes salpicando un disfrute generalizado.
Como defectos cabría citar que el documental se limita a narrar el viaje y ya, sin molestarse en detallar su verdadera naturaleza ni situarlo en el contexto de su época. Porque conviene recordar que el programa lunar estadounidense fue una empresa de carácter político y militar, cuyo único propósito era el de vencer a los rusos en llegar primero a la Luna. En tales circunstancias no sorprende la fuerte oposición de una parte importante de la sociedad por el alto coste del proyecto, estimado en 60 dólares por metro de viaje. Obviando todo eso de forma descarada, Apollo 11 queda mermado en sus posibilidades y se reduce a un relato triunfalista teñido con un patriotismo descarado en su parte final. Desde luego es una pena, pero por fortuna sus virtudes logran compensarlo.
Resultado: aplausos.