Biopic del expresidente de la República Francesa centrado en el periodo que va desde 2002 a 2007, cuando partiendo de una posición de casi absoluta irrelevancia dentro del gobierno presidido entonces por Jacques Chirac, protagonizó un ascenso meteórico tras el cual logró quitarle la silla a su jefe pasando por encima del teórico sucesor de este, Dominique de Villepin. La película nos cuenta esa historia utilizando un flasback desde la noche electoral que le convierte en el hombre más poderoso de Francia, en la que un nervioso Sarko espera con el alma en vilo que se hagan púbicos los resultados de la votación.
En esencia, De Nicolás a Sarkozy es la historia de un trepa demagogo sediento de poder con apenas 1,66 de estatura, razones por la que era conocido en su país como Le petit Napoleon («el pequeño Napoleón») o directamente como «El enano» por sus enemigos políticos entre los que estaban los citados Chirac y Villepin, que le despreciaban sin apenas tapujos. En base a todo esto, la película nos ofrece un desolador retrato del mundo de la alta política, presentado como un nido de serpientes lleno hasta los topes de seres cuya mediocridad, de la que son plenamente conscientes en el fondo, les lleva a priorizar el mantenimiento de sus poltronas por encina de cualquier otra acción de gobierno. En el caso de Sarko, esa necesidad de proteger «su espacio» y llegar a lo más alto le lleva incluso a romper su matrimonio con la mujer que ha guiado sus pasos en la política y en la vida, quien harta de su marido se niega incluso a votarle el día de las elecciones que lo convertirán en jefe del Estado. Un relato en tono tragicómico al que contribuye la música de Nicola Piovani, ganador de un Oscar por la banda sonora de La vida es bella.
Este esbozo de la película pretende despertar el interés del lector para que la vea aclarándole que es buena aunque tampoco está precisamente libre de defectos. El principal de ellos es que no profundiza en los intereses ocultos de los grupos de presión y apoyo que justifican la rapidísima escalada de semejante individuo en su camino hacia el poder, influyendo sobre el electorado hasta condicionar su voto de forma inadvertida pero contundente en virtud del control ejercido, por ejemplo, sobre los medios de comunicación. En De Nicolás a Sarkozy la política parece a veces una cuestión de pelotas: si las tienes como «El enano» y perseveras enfrentándote a lo que sea y a quien sea, puedes llegar muy lejos. Sin embargo, y aunque pueda parecer contradictorio, ese defecto ayuda a mostrar la política actual como un ejercicio simplista propio de un show americano en el que tipos sin escrúpulos como Sarkozy, especialistas en hacer discursos sin propuestas concretas, trufados de tópicos y lugares comunes por lo general de corte nacionalista, se desenvuelven como peces en el agua.
Con todo, lo peor llega cuando se establecen ciertas comparaciones. Porque en países como España, un largometraje como este es absolutamente inconcebible. Francia tiene sus cosas, como cualquier país del mundo, e históricamente ha sido siempre muy conservador; pero es indiscutible que su régimen democrático está mucho más asentado que al sur de los Pirineos y se demuestra con una cinta estrenada en 2011, con Sarko todavía presidente, en la que sus protagonistas (entre quienes figura el jefe del Estado, no olvidemos) incluso aparecen con sus verdaderos nombres. Literalmente puede decirse que «son ellos» (además el parecido físico es asombroso, sobre todo en el caso de Chirac) y ninguno sale precisamente bien parado. En España, en cambio, tenemos cosas como esta.
Resultado: aplausos.