– ¿Qué es lo único que si se incluye en una película tiene el éxito asegurado?.
– ¡Tetas!.

Hacía tiempo que deseaba ver Delicias turcas, la película más conocida en la etapa holandesa de Paul Verhoeven, posterior autor de taquillazos como Robocop, Desafío total o Instinto básico. Me habían hablado mucho y bien de ella, durante años la más taquillera del cine holandés, prohibida en Inglaterra por “indecente” y nominada al Oscar como Mejor película extranjera. Un día la encontré disponible en la biblioteca del barrio, y ni corto ni perezoso me la llevé a casa.

Verhoeven es un director al que le gusta la polémica. Estoy convencido de que el diálogo con el que he iniciado este texto (sacado en realidad de la genial Ed Wood de Tim Burton) estaba en la mente de este hombre al iniciar su carrera: “Si la armo con mis películas me voy a forrar”, se diría. Dicho y hecho, Delicias turcas responde a los cánones típicos en el cine del realizador holandés, donde abundan la carne y la sangre (de hecho, su primera película americana fue titulada así, Carne y sangre. En España se tituló Los señores del acero, con un par).

Pese a lo bien que me habían hablado de Delicias turcas, lo cierto es que a mí me pareció bastante decepcionante. Por momentos creí estar viendo algo como 9 songs o una del inefable Bigas Luna, en las que el “argumento” no es más que una excusa para sacar a relucir un amplio muestrario de peras y bacalao húmedo. El guión, basado en un popular libro (en Holanda) de un tal Jan Wolkers, está pésimamente desarrollado y tiene unos agujeros por los que cabría una tuneladora del Metro de Madrid, con momentos de surrealismo extremo como la presentación entre la pareja protagonista, más propia de una película porno (no pasan ni dos minutos de metraje y ya están follando, sin más) o el radical cambio de comportamiento de la madre de la chica para con su pareja, que pasa de tratarlo como basura en una escena a hacerlo como si fuese su propio hijo en otra dos pasos más allá. Hay secuencias que están insertadas con calzador, y de un modo tan brusco que inducen a confusión en el espectador. Un desastre.

Lo más interesante de este embrollo está en Rutger Hauer. Para el que nunca haya visto Delicias turcas o la postrera Los señores del acero (en donde realiza un papel bastante parecido) resultará chocante ver al mítico “replicante” de Blade Runner, actor fetiche de Verhoeven en sus primeros años, haciendo de “fuck machine” en el sentido más estricto del término, sacando a relucir su lado más gamberro y marrano (en todos los aspectos), aunque su actuación tampoco es que sea muy convincente que digamos.

En fin, que yo al menos me esperaba otra cosa. Se me hizo pesada, por momentos un plomo. Me partía de risa por dentro imaginando lo que diría el personal más intelectualoide (que en no pocos casos habla maravillas de Delicias turcas) si esta misma película, idéntica, se hubiese rodado en la España del “destape” protagonizada por Nadiuska y Andrés Pajares. Tal vez mis expectativas eran demasiado altas para lo que luego esta cinta da de sí, no lo sé, pero para decir que es “The best Verhoeven movie ever” (cita textual de un espectador sacada de la IMDB) hay que tener unos huevos como melones de grandes.

Resultado: abucheos.

Ficha en la IMDB.

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