Grita libertad en versión para canis. Así podría resumirse el debut en la dirección del sudafricano Neil Blomkamp, salvando las distancias (siderales en cualquier aspecto) existentes entre esta película y el potente alegato antirracista filmado por Richard Attemborough en 1987.
¿Quiere esto decir que District 9 es una película mala? Pues no necesariamente, pero hay que tener muy en cuenta el target al que supuestamente va dirigido este producto. Si tiene usted el coeficiente intelectual de una ameba prehistórica fosilizada, o bien si considera que Los Morancos y Haze son sus referentes culturales indiscutibles, entonces está de enhorabuena. El público algo más exigente ha de tener la precaución de aparcar el cerebro en alguna parte (aunque sea en segunda fila) antes de disponerse a ver la película, y procurar no hacerse demasiadas preguntas si no quiere empezar a encontrarse con incongruencias y otros aspectos del argumento sostenidos con pinzas. Si seguimos estas instrucciones District 9 se deja ver y resulta entretenida, cumpliendo su función primordial de sacar de la realidad durante un rato a los estudiantes de la LOGSE y demás potenciales aspirantes a reponedores del Carrefour, que tampoco es cuestión de que a esta gente le reviente la cabeza pensando y por ello le lluevan las demandas a la productora por homicidio involuntario, oigan.
«Mira que referencia tan inteligente al racismo y la xenofobia, neng».
Personalmente, la sensación que me quedó tras haber visto la cinta fue la de una gran idea que los guionistas decidieron arrojar por la taza del water, para que acto seguido el director terminase mandándola a tomar por culo tirando de la cadena. Incluso una película tan poco intelectual como Alien Nation, un claro espejo en el que District 9 se mira sin pudor de vez en cuando, profundizaba más que la que nos ocupa en las relaciones de los humanos con una raza de inmigrantes extraterrestres, y clarificaba mucho más (y de forma mucho más lógica) los motivos por los cuales la gente miraba a aquellos “Recién Llegados” con desprecio. En el caso de District 9, los dos primeros tercios de metraje parecen justificarse solamente como débil hilo conductor que ha de llevarnos a lo que realmente importa: la ensalada de hostias y gore de la última media hora; una secuencia directamente pergeñada con el ánimo de que el Richal de turno comience definitivamente a babear de gusto mientras le pone la mano en las tetas a su choni habitual.
«Si esos degenerados guarros de Brasil pudieron hacer una copia de Transformers no veo por qué nosotros, gloriosos sudafricanos blancos, no podemos hacer lo mismo».
Es una verdadera pena que, teniendo entre manos una idea potencialmente tan buena, los creadores de la cinta no se hayan atrevido no ya a plantearse una huída hacia delante (algo inconcebible en el cine comercial actual), si no al menos a dar un pasito en esa dirección. Se han limitado a tomar el camino fácil para contentar al público que suele acudir hoy día a una sala de cine, el cual curiosamente opta en su mayoría por descargarse las pelis de Internet. Decir que el cine ya no es lo que era es una perogrullada, pero es que son los dueños del negocio los que, con cosas como esta, se están llevando ni más ni menos que lo que se merecen.
Resultado: Abucheos y capón certificado a los responsables de este esperpento.
(Este artículo fue publicado incialmente por Leo Rojo en COMPUTER-AGE.NET el martes 16 de septiembre de 2009 y se reedita con el permiso de su webmaster).
Que te gusta meter caña indiscriminadametne individuo… tengo unas ganas enormes de que nos conozcamos frente a frente… espero que sea posible algun dia… jajaja… y lo siento… no comparto tu critica…
Me gusta, pero cuando lo hago creo hacerlo con razones más uqe justificadas ;). Y a ver para cuando nos conocemos, sí.
que te pires a la playa, leo XD ves cosas donde nos las hay… aquí una ameba ¬¬
Jajaja. Bueno, serás una ameba pero aun así diría que escribes mejor que algunos de los que estaban conmigo en el cine la noche que fui a ver la película. Un saludo.