A la mayoría de quienes lean este texto y tengan menos de 20 o 25 años, la palabra apartheid seguro que no les sonará de nada. Hoy día, y por fortuna, este término es un triste recuerdo en el fondo de los libros de historia, pero hasta hace relativamente poco tiempo estaba muy presente en las vidas de millones de personas, para quienes dio nombre a uno de los sistemas de gobierno más infames y miserables jamás conocidos por la humanidad.

Con Nelson Mandela pudriéndose en la cárcel y con la oposición interna (negra o blanca, sin distinción) maniatada por un feroz sistema represor, Steve Biko fue uno de los hombres que más lucharon y arriesgaron para denunciar pública, abiertamente y desde dentro, la opresión de un gobierno que institucionalizaba el racismo convirtiéndolo en una forma de vida. Su detención y muerte a manos de la policía tras días enteros de cruel tortura en 1977, junto con la espantosa matanza de estudiantes de Soweto ocurrida un año antes, terminó despertando la conciencia de un mundo que hasta entonces había ignorado casi por completo lo que sucedía a diario en Sudáfrica.

Es un hecho que el cine es un negocio que se mueve al son de los acontecimientos que le toca vivir, y que por tanto suele apuntarse enseguida a las modas imperantes en cada momento, dejándose “llevar por la corriente” por así decirlo. Desde ese final de los años 70, pero sobre todo a partir de mediados de los 80, el movimiento anti-apartheid había ido creciendo en Occidente. El cine no fue ajeno a esta masiva manifestación contra el racismo y el “problema sudafricano”, aparte de ser una fuente diaria de noticias, empezó a tener presencia más o menos destacada en multitud de películas. Y Sir Richard Attenborough, uno de los profesionales más respetados del panorama cinematográfico inglés, tampoco quiso perder la oportunidad de denunciar a aquel gobierno y a su sistema de forma directa.

Más que una biografía del activista negro Steve Biko, Grita libertad es la historia del periodista blanco que lo acompañó durante sus últimos dos años de vidaDonald Woods pasó de enemigo a amigo, teniendo que huir de Sudáfrica al intentar denunciar ante la opinión pública la más que sospechosa muerte de Biko. Tras ello convirtió su pluma en una de las espadas más afiladas en la lucha contra el sistema de segregación racial, que acabaría por desmoronarse finalmente a principios de los años 90.

Siendo quién es, de Richard Attenborough no se podría esperar otra cosa que un producto profesional y bien acabado, y Grita libertad lo es. En 1987 a Attenborough se le recordaba sobre todo por Gandhi, una película buena aunque sobrevalorada, que había arrasado en taquilla y en los Oscar de 1982. Acostumbrado a lidiar con producciones de gran calibre como aquella, sorprende verlo al timón de una película como esta, bastante pequeña en comparación, aunque a mi juicio superior en algunos aspectos. El filme se beneficia de todos los puntos fuertes del veterano realizador británico, como su cuidado a la hora de elaborar las tomas y, sobre todo, la excelente dirección de actores que logra hacer creíble a Kevin Kline en un papel bastante alejado de la habitual vis cómica por la que es conocido, demostrando de paso que es un muy buen actor. Otro tanto se podría decir de Denzel Washington, un actor competente, aunque no un genio. Un tipo que siempre me ha parecido bastante empalagoso, pero que aquí me resulta más convincente que en otras ocasiones, dotando a su personaje de la fuerza de carácter que necesita sin caer para ello en estridencias interpretativas. La duración de la película es algo excesiva, pero se sobrelleva bastante bien, sobre todo durante la última hora de metraje.

Aunque pueda acusarse a Grita libertad de oportunista, en la onda de otros filmes de su época que se aprovecharon en mayor o menor medida del apartheid para atraer público, y aunque se haya quedado vieja como cinta de denuncia política (el sistema contra el que arremete, afortunadamente, quedó enterrado hace tiempo), tampoco puede decirse que no sea válida para reflexionar sobre la falta de libertades de la gente en general y de la profesión periodística en particular, y no sólo en regímenes considerados “represivos” como pueden ser las dictaduras. Además, esta película constituye una advertencia en medio del actual clima de creciente violencia racial en que vivimos. Es un retrato de hechos pasados, sí, pero quien olvida el pasado está irremediablemente condenado a repetirlo.

Resultado: Estruendosos aplausos antiracistas.

Ficha en la IMDB.

(Este artículo fue publicado incialmente por Leo Rojo en COMPUTER-AGE.NET el martes 16 de diciembre de 2008 y se reedita con el permiso de su webmaster).

2 thoughts on “Aplausos o abucheos: Grita libertad”
    1. Tampoco veo necesario empaparse demasiado. Sudáfrica no fue el primer país en regular la segregación racial (en USA mismamente lo hacían desde mucho antes), pero sí el que llegó más lejos en ese sentido, legislando el racismo hasta en los detalles más nimios de la vida cotidiana y estableciendo «zonas de pase» que convertían los ghetos en campos de concentración sin vallas. El problema es que Sudáfrica no ha cambiado demasiado desde el fin del apartheid: hay más libertad, pero las desigualdades sociales y la violencia, incluso la de carácter racial, se mantienen al mismo nivel.

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