Resulta interesante comparar esta versión live action con su homónima de dibujos animados, estrenada en 1998, para comprobar cómo ha evolucionado el negocio del cine transcurridas dos décadas. El aspecto occidentalizado de los dibujos deja paso a personajes totalmente orientales no ya por imperativos que huelga comentar, sino porque China es ahora el primer mercado cinematográfico mundial, y se hace además muy evidente en este caso al estar la película claramente orientada al público local no ya por lo evidente, sino por su factura misma. Baste decir que los créditos finales incluyen una canción en mandarín.
De este modo, se trata de un largometraje visualmente espléndido pensado para su exhibición en pantalla grande, porque no en vano el negocio de las salas es aún muy boyante en China al contrario de lo que sucede en Occidente. En ese sentido la pandemia del covid ha sido una verdadera putada para Disney, finalmente obligada a estrenar el filme en su plataforma digital Disney+ luego de varios intentos fallidos de estreno en cines.
Por desgracia, las virtudes técnicas y visuales no contrarrestan los defectos de una película que adolece de muchos de los problemas que por lo general lastran al cine mainstream chino, que parece hecho por adolescentes flipados. Las secuencias en las que puede verse a Mulan rechazando ataques con lanza soltando patadas voladoras a lomos de un caballo me desataron carcajadas que pudieron escuchar todos mis vecinos, y sólo es un ejemplo que varios (bastantes) que encontraremos desparramados por ahí, culminando con una muerte final que… Bueno, mejor vedlo vosotros mismos.
Conviene aclarar que la película está muy bien filmada porque, como digo siempre, es imposible «rodar mal» una película cuando tienes a tu disposición una carretada de pasta para gastar y pagar a técnicos profesionales de primer orden, salvo que seas un verdadero zote. Pero en conjunto Mulan es una medianía que acaba resultando fría y distante. Más allá del «qué bonita es la fotografía» (quizás no tanto, habida cuenta de ciertas tomas en las que el tratamiento digital de la imagen canta una barbaridad) no destaca por absolutamente nada. La pones, la ves, te la acabas y hale, a otra cosa.
Resultado: abucheos.