Que Turquía es un país singular resulta evidente hasta para quienes nunca han estado allí. Lo que pocos podrían imaginar es que uno de los aspectos que más recalcan dicha singularidad sea su cine. A partir de los años sesenta del siglo pasado, la habitual conjunción de apoyos gubernamentales y bajos costes de la mano de obra propició el florecimiento de la industria cinematográfica local y la llegada de inversores extranjeros (principalmente italianos) dispuestos a producir películas. Esta industria, caracterizada por la rapidez con la que facturaba sus productos y los amortizaba (lo normal era rodar una película en unos dos meses, casi siempre obteniendo pingües beneficios) recogería todas las influencias imaginables en una nación situada a caballo entre dos mundos, y así Turquía llegaría a convertirse en el primer país musulmán donde se filmó y exhibió comercialmente cine porno.
Pero las películas que harían del cine otomano un objeto de culto, sobre todo a partir de principios del siglo XXI, tienen su origen, paradójicamente, en restricciones a la libertad. En concreto a la importación de cine americano, que propició la llegada de las célebres imitaciones turcas de grandes éxitos de Hollywood. El público local quería disfrutar esos grandes éxitos, aunque fuesen «de pega» y estuviesen lastrados por las limitaciones de la producción autóctona.
Nacido en 1937, Cüneit Arkin había ejercido como médico antes de animarse a entrar en el cine. Su atractivo y su excelente condición física le permitieron debutar como actor y alcanzar el estrellato con rapidez, hasta el punto de que alguna de sus películas sería estrenada internacionalmente con el protagonista trocando su nombre por los más adecuados Steve o George Arkin. En la década de los ochenta tocaría el cielo con los dedos gracias a la ya inolvidable Dünyayi Kurtaran Adam (El hombre que salvo al mundo). Más conocida como el Star Wars turco, Pete Tombs la definió en su imprescindible libro Mondo Macabro como «un episodio extendido de la serie Doctor Who hecho con una fracción de su presupuesto, un clásico del cine basura», cuya fama aumentaría en el correr del tiempo hasta animar a la producción de una secuela que se estrenó en 2006, veinticuatro años después del original. Yo no les contaré nada más sobre esta cinta, pero si no la han visto aún pueden leer este desopilante artículo antes de ponerse a la tarea y hacerse una idea de la inconmensurable maravilla que se están perdiendo.
La enorme fama de Dünyayi como comedia involuntaria ha terminado eclipsando otras explotations turcas perpetradas por los mismos responsables con resultados tanto o mas desternillantes, que ya es decir. Dejaremos para otra ocasión los clones de Mad Max o Rambo II para centrarnos en la otra obra magna de la caspa otomana. Estrenada en 1984 (por tanto dos años después del Turkish Starwars) y con prácticamente el mismo equipo y actores, incluyendo al director Çetin Inanç y a Cüneit Arkin como protagonista absoluto,Ölüm savasçisi, más conocida fuera de Turquía como Death Warrior, es con toda probabilidad la mejor comedia de artes marciales que jamás se haya filmado. Involuntaria, por supuesto.
Si no me creen, pueden acudir nuevamente a fuentes externas versadas en la degustación de porquerías zetosas y luego aprestarse a ver la película, sin importar que carezca de subtítulos al castellano o al inglés. No importa como tampoco importa el argumento, supuestamente centrado en la investigación que lleva a cabo un detective de la Policía (Arkin) sobre unos truculentos asesinados ejecutados por misteriosos ninjas con poderes sobrenaturales y cimitarras de cartón. En realidad, nada en este monumental despropósito importa una mierda porque las carcajadas están aseguradas de principio a fin, en virtud de una calamitosa realización técnica y artística que incluye banda sonora robada a exitazos como Superdetective en Hollywood u Operación Dragón, efectos especiales pedestres y una hilarante edición de sonido, digna de un grupo de escolares borrachos jugando con la mesa de mezclas. A estas alturas, sobra decirles que de no verla estarán cometiendo un verdadero crimen.
Resultado: descojonación absoluta.
Ficha de la película en la IMDB.
Como muestra, un botón. Podéis encontrar fácilmente la peli entera buscándola en el Youtubarro.