En todos los años que llevo trabajando en esta web jamás pensé que dedicaría tiempo y esfuerzo a escribir algo sobre el arranque cinematográfico de la saga Star Trek. No porque no sea trekkie, que en efecto no lo soy, sino porque no creía que valiese la pena hacerlo y menos para hacer de hater con él, ejerciendo un papel sumamente desgastado en las redes y ahora más propio de youtubers y cretinos de su misma ralea. Pero hete aquí que hace unos días me dio por volver a leer este libro y planificar en consecuencia la «revisitación» completa de una serie de largometrajes que llevo muchísimo tiempo sin ver. En consecuencia, no tendría ningún sentido hacerlo sin pasar primero por este. Aunque sea más aburrido que ver crecer la hierba.

Porque lo es, algo que admiten sin cortapisas todos aquellos que se enfangaron en el proyecto. Porque eso fue lo que hicieron, ni más ni menos: enfangarse en un proyecto concebido al principio como telefilme con el que inaugurar una nueva serie de Star Trek, a producir bajo la sombra del inmenso éxito de La guerra de las galaxias con dinero y equipo modestitos. Eso acabó convirtiéndose, sin que nadie supiese muy bien cómo, en una superproducción de 44 millones (una auténtica burrada en 1979, tanto que a día de hoy sigue siendo una de las películas más caras de la historia ajustando precios a la inflación) con Robert Wise dirigiendo a una troupe que integró a los mejores especialistas de cualquier rama cinematográfica que se nos ocurra. Empezando por supuesto con la de efectos especiales, que hubieron de rehacerse enteros porque quienes se encargaron de ellos en primera instancia la cagaron a base de bien tras haberse gastado cinco millones del presupuesto. Al rescate acudieron Douglas Trumbull y John Dysktra, que a este nivel es como decir que contrataste a Dios y a Jesucristo para sacarte del atolladero obrando un milagro, pues además el estreno de la película estaba a la vuelta de la esquina. Y los muy cabrones lo lograron, junto a sus respectivos equipos, trabajando en plan Fast & Loud.

Richard Rawlings y Aaron Kaufman: «Nuestra metodología de trabajo se inspira en las historias que oímos acerca de lo que Trumbull y Dysktra hicieron en Star Trek, la película«.

Pero los efectos especiales no lo son todo en una película de ciencia ficción por muy alucinantes que sean (y aquí lo eran «quizás demasiado» en palabras de William Shatner). Sin un buen guión poco se puede hacer para sostener una historia que arranca con planos larguísimos del Enterprise y los principales miembros de su tripulación para que los trekkies se lleven la mano al paquete. La película dura dos horas y cuarto y se nota demasiado que el guión, originalmente pensado para el telefilme, era y es una puñetera mierda pese a que fue reescrito miles de veces. En ocasiones sobre la marcha, durante un rodaje previsto para unas pocas semanas que acabó prolongándose meses enloqueciendo a todo el mundo, porque el susodicho guión no había por dónde cogerlo y Gene Roddenberry, empeñado en hacerse valer algo, lo estropeaba cada vez que le metía mano causando la desesperación del guionista principal, que llegó a despedirse tres veces y sólo aceptaba volver al redil tras un sustancioso aumento de sueldo. Lo mismo que Leonard Nimoy, hasta los cojones de todo lo concerniente a Star Trek (y para empezar, de Roddenberry), quien sólo aceptó entrar en la película a cambio de un buen cheque que los productores aceptaron pagarle porque nadie en sus cabales concebía la película sin la presencia del señor Spock.

Y así todo. En Star Trek: las películas Shatner lo cuenta muy bien, con el gracejo que le caracteriza y sin olvidarse de añadir de vez en cuando alguna que otra anécdota impagable sobre, por ejemplo, la modelo hindú Persis Khambatta, continuamente al borde de un ataque de ansiedad por lo mal que llevaba tener que raparse la cabeza, y a la que todo lo que le sobraba de prieta y mollar le faltaba como actriz. Todos se dieron cuenta tras necesitar 19 tomas de una escena para decir «no».

Ni dos ni tres. Diecinueve.

No sorprende que interpretase a una máquina.

En fin, que aunque la expectación generada hizo que la película funcionase bien en los cines, su rentabilidad quedó en entredicho a causa del pastizal que Paramount se había gastado en rodarla y promocionarla. En el artículo sobre ella disponible en la Wikipedia inglesa, muy bueno y completo, se afirma que sigue siendo la más taquillera de la saga nuevamente ajustando precios a la inflación. En su momento, por desgracia no fue suficiente y ello, junto a las tibias críticas recibidas, puso en tela de juicio la posibilidad de una secuela que, de producirse, sin duda lo haría forzosamente de manera más modesta.

Sí, Isaac Asimov también trabajó aquí como consultor.

Resultado: abucheozzZZZZZZ…

Ficha del mamotreto en la IMDB.

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