Hubo un tiempo, especialmente durante los años ochenta del siglo pasado y gracias al tirón popular de Steven Spielberg, en que, si te dedicabas a hacer cine, poder contar con alguien de la talla de John Williams era señal de que las cosas te iban bien. Solo tres años después de rodar Platoon usando música prestada porque no tenía un duro, Oliver Stone podía presumir de tener al compositor de bandas sonoras más famoso y galardonado de la historia trabajando para él.
Por desgracia, la banda sonora de Nacido el cuatro de julio se contagiaría del olvido que afecta a la propia película, hasta el punto de que pocos fans del músico neoyorquino seguramente la recuerden como suya. Tampoco la señalarían como una de sus favoritas pese a merecer un hueco entre las mejores de Williams. Sin abandonar el tono que hace que el conjunto de su obra sea fácilmente identificable, el compositor realiza un fantástico trabajo, contribuyendo decisivamente al tono intimista de la película y a que transmita con claridad su mensaje emotivo, triste y descarnado.