“Apareció en tan solo cinco películas. Las cinco fueron candidatas al Oscar a la mejor película”. De esta forma tan directa y contundente comienza I Knew It Was You (Sabía que eras tú, título que alude a la mítica frase que Michael Corleone le espeta a su hermano Fredo cuando descubre que éste le ha traicionado en El padrino II). Estamos ante un documental producido por Brett Ratner para la HBO y dirigido por Richard Shepard sobre la figura de John Cazale.
El Nuevo Hollywood que dominó la Meca del cine durante los años 70 y le proporcionó su último periodo de esplendor era ante todo un movimiento de directores, de gente destetada con la televisión y admiradora de las nuevas corrientes del cine francés e italiano surgidas tras la Segunda Guerra Mundial, partidaria de un cine más alejado del show business y más cercano al espectador adulto y mentalmente competente. Nunca antes los directores tuvieron tanto poder y nunca después lo volverían a tener, pero del mismo modo que detrás de un gran hombre suele haber una gran mujer (o eso se dice), los grandes directores del Nuevo Hollywood nunca habrían alcanzado las cotas de excelencia que disfrutaron sin el apoyo de una extraordinaria generación de actores, quizás la última verdaderamente grande que ha existido en el cine norteamericano. Y John Cazale formó parte de ella.
Una antigua profesora mía de Bachillerato solía repetir que los mejores actores de cine son los que provienen del teatro, y creo que llevaba razón en buena medida. Porque Cazale era ante todo un actor de teatro, que acabó haciendo cine casi por casualidad cuando Fred Ross, director de casting de El padrino acudió a ver una obra protagonizada por su amigo Richard Dreyfuss en la que también salía Cazale. El actor sólo necesitó cuatro películas más para forjar una leyenda… que nunca sería reconocida con un Oscar. Una paradoja que se explica en que simple y llanamente no hubo tiempo: fumador empedernido y gravemente enfermo de cáncer, John Cazale murió con solo 42 años sin ver estrenada su última película, El cazador, cuyo rodaje adquirió tintes dramáticos ante la visión de alguien a quien la vida se le escapaba por momentos entre las manos. Que aquello no se notara cuando la cámara le enfocaba, constituyó la última y definitiva muestra del talento de un actor de los que ya no quedan.