Siento decepcionaros pero no, no me estoy refiriendo a la hagiografía del dictador filmada en 1964 por José Luis Sáinz de Heredia y Manolo Ozores (aunque tranquilos, que ya caerá). En especial desde que Internet es lo que es, la figura de Jesús Franco ha sido reivindicada con insistencia por esos marginados que piensan que podrán follar si se hacen los interesantes hablando acerca de todo tipo de subcultura. Como Abed en la teleserie Community pero en la vida real, o sea más absurdo y mucho menos gracioso. Porque lo normal es que el común de los mortales salga despavorido mientras grita de pánico ante la perspectiva de acabar follando con gente para la que hasta un zurullo canino plantado en medio de la acera es “objeto de culto”. Eso ya no es bajar el listón, es tirarlo al suelo y darle una patada.
Curiosamente es muy probable que la mayoría de quienes han elevado a Franco (Jesús, no el otro) a la categoría de “director de culto” jamás habrá visto entera una de sus películas. Y mucho menos su filmografía completa, absolutamente inabarcable por su extensión (más de 150 títulos) y por su sordidez extremadamente chunga en más de un sentido, algo que él mismo reconocía.
Franco (Jesús, no el otro) era un bohemio de manual: nacido en el seno de una familia adinerada con fuertes vínculos en el estamento cultural español, pasó algún tiempo zanganeando como trompetista en una banda de jazz hasta que se licenció en Derecho. Pero el cine estaba muy de moda en la España de los cincuenta, gracias en parte al creciente número de superproducciones americanas rodadas en el país que aprovechaban los bajos costes y las facilidades gubernamentales, así que Franco (Jesús, no el otro) se metió a estudiar Cine y empezó a trabajar en el medio. El seudónimo de Jess con el que era conocido lo adoptaría poco después “por dignidad, porque no podía ir por el mundo llamándome como Jesucristo y el Caudillo al mismo tiempo”, aunque a lo largo de su carrera firmó con muchísimos más “para no saturar a la gente”, pues llegó a rodar hasta siete cintas al año, y a veces incluso más. Como cineasta resultó una mezcla bizarra entre Ed Wood y George Weiss, el productor que aparece en la película homónima de Tim Burton y que tiene bien claro lo único que una película necesita para ser un éxito:
«¡Ya lo tengo! Algo con un tamaño ASÍ de grande!»
Lo que de ninguna manera se le podía negar a Jess Franco era su honestidad. Tenía muy claro quién era y lo que quería cuando la cámara se ponía en marcha. Su carácter socarrón y su especial habilidad para inflar cojones le granjearon una reputación nefasta en las altas esferas de la cinematografía franquista, de cuyos representantes se reía en la cara y despreciaba abiertamente:
Condenado al ostracismo en su país de origen, sería mayormente en Centroeuropa donde se ganaría el sustento con toda clase de subproductos que tocaban todos los palos cinematográficos imaginables (incluso el porno) y llegaron a incluir estrellas como Christopher Lee y Klaus Kinski, siendo uno de los pocos capaces de controlar al explosivo actor alemán:
Por fin, en 2000 los directores Manel Mayol y Carles Prats se animaron a filmar el documental Llámale Jess, en un momento en que la figura del realizador comenzaba a ser revindicada gracias a la psicotrónica Killer Barbys. Todavía no había participado en esa oda a la astracanada que es Karate a muerte en Torremolinos, la cual pondría su nombre en boca del incipiente movimiento freakie, e Internet estaba en pañales respecto a lo que es hoy. Es por ello que el documental, al que pertenecen los dos últimos videos que aparecen en este artículo, tiene su valor y, por qué no decirlo, también un cierto encanto. Porque si bien no se trata de un trabajo formalmente maravilloso (en ocasiones parece un video casero), el personaje que retrata y su fascinante vida bien merecen ser tenidos en cuenta. El contenido supera con creces al continente, y entiendo que eso debe ser lo primero que se le ha de exigir a cualquier documental.
Resultado: ¡Aplausos de puta madre, joder ya!
Yo sí que he visto pelis de este tio, la mayoría de las cuales olvidé al instante, pero no puedo dejar de expresar mi RESPECTO a la obra de este pavo, que por insurgente del cine, casi terrorista, hacía lo que podía con lo que tenía, y pese a lo coñazo infame de muchas de sus pelis, había que verlas enteras.
He visto hasta las porno, que son, bizarras no, como ahora se dice, lo siguiente.
Killer Barbies fue una actualización, pero para nada una mejora, eso sí, lo de grabar en dos idiomas directamente para mover en varios mercados, no tiene parangón 😉
Sigue con tus blogs, sabes que te sigo, a duras penas, pero lo intento.
Yo opino como tú: con independencia de lo bueno o malo que fuese su cine, Franco era un tío muy respetable, cuando no directamente admirable. Como bien dice en uno de los videos que incluye el texto, durante su vida hizo lo que le salió de los huevos. Pero sin dejar de de ser honesto, ni con los demás ni especialmente con él mismo. Y eso es cada vez más raro en este mundo.
Gracias por los ánimos y por intentar seguir este modesto blog.
La descripción que hace de Klaus Kinsky es genial 😀 😀