Pasar siquiera un breve rato con Harvey (Weinstein) significa familiarizarse con un hombre de encanto preternatural que, no obstante, es una olla hirviente de inseguridades; un hombre en el que el amor propio y el odio a sí mismo combaten como dos demonios iguales en fuerza, astucia y determinación. Escucharlo hablar un rato significa divertirse sin parar, pero también acabar maltrecho por las incesantes oleadas de desmedido orgullo, suavizadas con disculpas, por la falsa modestia y la autocompasión, que me hacen pensar en Richard Nixon.

(Peter Biskind, tirando a dar ya desde las primeras páginas de Sexo, mentiras y Hollywood).

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