(Ya que este es el título que WordPress asigna por defecto al primer post de un blog recién nacido, y puesto que todo el mundo lo borra o lo modifica, al menos que esta vez sirva para algo ¿no?)

Mi historia es de lo más vulgar: desde que tengo uso de razón he sido aficionado al cine. Empecé con un equipo de proyección Super-8 adquirido por mi padre durante un viaje por Alemania a primeros de la década de 1970. Proyector, pantalla formato ancho con trípode y tomavistas. Un verdadero precursor del home cinema que admitía, además de las típicas películas caseras filmadas en rollos de cinco o diez minutos, cintas comerciales que, grabadas en bobinas enormes y guardadas en cajas aún más enormes, podían alquilarse en determinadas tiendas de fotografía que funcionaban de un modo parecido al de los videoclubes, siguiente peldaño en la digievolución de la cinematografía casera. En general se trataba de series B, cuando no directamente Z (Supersonic Man, Aeropuerto 80, imitaciones de Star Wars filmadas con lo que cuesta un bocadillo de chóped y provenientes de Dios sabe dónde…) que dieron paso y luego se alternaron con mis primeras visitas a cines “de verdad”. Estrenos, reestrenos y el típico programa doble. Con veinte años o así, mientras casi todos mis conocidos y amigos se gastaban el dinero en discotecas, yo me pulía hasta el último céntimo acudiendo al cine al menos una vez por semana, aunque ello implicase tener que quedarse en casa un sábado por la noche. Veía cualquier película interesante emitida por TV, acudía al videoclub de manera casi compulsiva y leía todo libro sobre cine que cayese en mis manos mientras me preparaba para estudiar Periodismo.

Gracias a su pasión por el cine, más de un tarado pudo hacer realidad sus sueños de filmar el caos, la muerte y la destrucción.

Mi destino estaba casi cantado. Por diferentes razones nunca llegué a cursar la carrera y opté por otro destino profesional, pero la llegada de Internet me permitió matar el gusanillo que aún tenía dentro y empecé a colaborar en diversas páginas web con disertaciones sobre eso que llaman séptimo arte, siempre como aficionado y más que nada por divertirme, aunque también con la ilusión de que me leyese cuanta más gente mejor (quienes se llenan la boca diciendo publicar textos que escriben “para mí” pecan de falsa modestia, de imbecilidad o de ambas cosas a la vez). A principios de 2000 y gracias a un compañero de trabajo, entré a formar parte de Sala1.com, medio fallecido tres años después pero que disfrutó un periodo de éxito merced a un grupo de estupendos colaboradores y a un webmaster inteligente, buen conocedor de los entresijos de la Red y muy hábil a la hora de publicitar su invento. Tras un periodo de descanso volví a las andadas colaborando en Computer Age hasta 2010, web que aún sigue activa aunque apenas se actualiza. Luego, otro descanso. Y ahora esto.

Porque la vida funciona por rachas, por altibajos, pero hay pasiones que nunca se extinguen. Y dado que me gusta escribir y que todo el mundo me lea más allá de las redes sociales, aunque haya habido momentos en que me apetezca menos que en otros, puesto que nunca he dejado de ver cine y de pensar en el cine aunque sea como simple aficionado, creo que es el momento de empezar de nuevo. Esta vez con un proyecto propio, sencillo, adaptado a los usos actuales de Internet y a lo que es actualmente el cine. Un cine que mayormente se disfruta en la intimidad de las casas, a la carta y no pocas veces en soledad. Lejos de esos centros comerciales de mini salas con maxi precios que han equiparado el consumo de películas con el de hamburguesas. Cine de verdad, cine “nuestro”. Cine “mío”, el cine mío de cada día.

4 thoughts on “¡Hola mundo!”
  1. Me ha hecho gracia tus «primeras tomas de contacto» con el cine. Y digo eso porque si bien a mí me llevaron al cine con temprana edad (dos años y medio, viendo películas tan diferentes como Star Wars, Fantasía, Carrie o El Exorcista II), mi padre -cinéfilo de pro- tuvo también un proyector con su consabida pantallita que se podía recoger y guardar convenientemente.

    Curiosamente alquilaban películas -a precios desorbitados. ¿1.000? ¿2.000 pts?- como Ben-Hur, Los Diez Mandamientos o Tiburón. Así que puedo decir que en mi casa veíamos películas incluso antes del desembarco del formato vídeo (VHS, Beta o 2000). A mí siempre me hizo gracia el ruidito -normal, por otra parte- que hacían el aparatejo. Tenía su encanto la verdad :D.

  2. Pues sí. el ruidito de marras recordaba al de un proyector de cine de los de verdad, de los que funcionaban en una sala de cine. De los precios de alquiler no me acuerdo.

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