En teoría, hacer cine es muy fácil: basta con agarrar un móvil (o antes una cámara Súper-8) y darle al botón de grabar. Pero a la hora de la verdad, el cine entendido como profesión puede llegar a ser algo mucho más complicado. A fin de lograr el objetivo último que ha de perseguir toda película, que es llamar la atención del espectador que paga por plantar el culo en la butaca, entra en liza hasta la psicología, con detalles tan sutiles que rara vez llegamos a fijarnos en ellos conscientemente. Un ejemplo es el que ilustra el siguiente vídeo, que además de estupendo lleva subtítulos para aquellos que no entiendan inglés.