El personaje de Melania Hamilton en «Lo que el viento de llevó» fue uno de los trabajos más satisfactorios de mi vida.
Yo tenía 22 años y era la primera vez que podía hacer un personaje tridimensional.
Una mujer inteligente, a veces dura, a veces un cachorrillo, con una gran capacidad para amar a los demás en circunstancias adversas y sobre todo para ser feliz.
Creo que eso tuvo mucho que ver con el éxito de la película: hubo un momento en el que todo el mundo pensaba que sería un fracaso, llevaban tres años haciéndose el casting para el personaje de Escarlata, pasaron tres directores por el proyecto… Al final la prensa estaba aburrida de la película antes de que se estrenara. Pero el guión estaba lleno de personajes tridimensionales, con infinitos matices y con una buena narración sobre la guerra y la reconstrucción, tema por el que todas las naciones han pasado.
Esta experiencia me marcó, como también me marcó ver trabajar a Bette Davis y ser partícipe del detallismo extremo del que dotaba a sus personajes. No es justo que tanto talento se desperdicie en personajes bidimensionales y que el actor no tenga la oportunidad de elegir (o al menos, rechazar).
Y aunque en aquella época Bette estaba bien situada (hacía papeles por los que yo hubiera matado), ella también era consciente de que dependía del buen o mal humor de los productores, y de que la racha podía cambiar en cualquier momento.
Por todo esto, creo que la demanda a la Warner fue muy necesaria.
(Olivia de Havilland).