Elmer Bernstein, que se había ganado una sólida reputación durante los años sesenta con bandas sonoras como la de La gran evasión o Los siete magníficos, entró en la década siguiente en una espiral de decadencia que llevó a muchos a pensar que estaba acabado. Pero seguía siendo un músico prestigioso y por ello sorprendió con su participación en Desmadre a la americana, filme ultracomercial destinado a un público joven y en principio poco exigente que, pese a su enorme éxito, se consideró un borrón en su carrera, una nueva muestra de su caída en desgracia.
Craso error. Bernstein había conocido poco antes a Ivan Reitman y John Landis, artífices de aquel taquillazo, y entre los tres surgió una amistad que convertiría al neoyorquino en el músico de cabecera de ambos realizadores, valores al alza de la comedia americana durante los años ochenta, baza que tito Elmer sabría aprovechar reafirmando su condición de grande y aglutinando en torno suyo a una nueva generación de fans, muchos de los cuales no recordaban que aquel hombre había sido el responsable de la banda sonora de Los Diez Mandamientos y era propietario de un Oscar. Era tal la confianza de Reitman en las habilidades de Bernstein que a la hora de iniciar su nuevo proyecto en 1983 le contrató antes incluso de tener cerrado el reparto, algo completamente insólito.
Ese proyecto sería Los cazafantasmas, que sin que nadie lo esperase acabaría por convertirse en un mito del cine contemporáneo y en una de las mejores y más recordadas partituras de Bernstein. Una paradoja teniendo en cuenta que su score fue ninguneado a la hora de editar el LP con la banda sonora, pensado para promocionar la película en las radiofórmulas de la época con el legendario himno de Ray Parker Jr. presidiendo un montaje eminentemente pop. Para el compositor neoyorquino aquello supuso un gran disgusto y el deterioro de su amistad con Reitman, aunque ambos volverían a trabajar juntos. El agravio no se corregiría de manera oficial nada menos que hasta 2006 (¡dos años después de la muerte de Bernstein!), con la edición íntegra de su trabajo para la película. Y lo hizo como seguramente a él le habría gustado, remasterizada y con una presentación de gran calidad. Bueno, en este caso podríamos decir que más vale llegar tarde que no llegar.
Centrados un poco más en el disco que nos ocupa, agrada comprobar lo bien que Bernstein supo captar la esencia de la película, con esa peculiar mezcla de comedia y terror que la caracteriza y que se adivina ya en los dos primeros cortes: Ghostbusters Theme, con su simpático y pegadizo piano marcando la pauta, y Library and Title, lo primero que escucha el espectador de la película y de tinte bastante más dramático, aunque sin obviar la socarronería a la hora de acompañar la escena inicial. El resto es un non stop de 38 cortes nada menos, que alterna momentos brillantes (el tema dedicado a Dana Barrett por ejemplo, muy bonito) con otros tal vez menos acertados (Get Her!) y algún tema descartado en su día (otro motivo de disgusto para Bernstein) con la idea de aglutinar un disco bastante majo, que rinde cumplido tributo a un músico estupendo saldando la deuda que tenía con él, aunque sea tarde.