Una de las películas más definitorias del cine y la sociedad norteamericanas de los años setenta fue sin duda El cazador. Con la traumática experiencia de Vietman recién concluida, Michael Cimino tuvo que afrontar toda clase de obstáculos para llevar a buen puerto este drama sobre tres amigos de un modesto pueblo de Pennsylvania que son enviados al culo del mundo a pegar tiros y matar gente por una causa absurda. El cazador se convertiría en la gran sorpresa de 1978, triunfando en los Oscar (ganó los correspondientes a Película, Director, Actor de Reparto, Montaje y Sonido, amén de otras cuatro nominaciones) y obteniendo toda clase de elogios tanto de la crítica como del público que acudió en masa a los cines para verla.
En cuanto a la banda sonora, el tema principal, Cavatina, llegó a estar en el número 9 de las listas británicas y conocería multitud de versiones posteriores. Sin embargo no era en absoluto nuevo: originalmente compuesto para piano, se había utilizado con anterioridad en otras películas, pero el éxito de El cazador lo catapultó a la fama en una preciosa versión para guitarra interpretada por John Williams, un australiano sin nada que ver con el mítico compositor de E.T. o Indiana Jones que había estudiado con Andrés Segovia:
En cuanto al resto de la banda sonora, destaca por su corta duración, inferior a la media hora. La película apenas contiene ambientación musical porque no la necesita en absoluto, pero cuando hace acto de presencia contribuye de manera decisiva a reforzar el dramatismo de algunas escenas. Es el caso de la escena final, todo un ejercicio de mala leche con el elenco protagonista cantando a coro God Bless America en medio de un impresionante silencio.