Primera y última incursión de Mike Oldfield en el terreno de las bandas sonoras cinematográficas. El compositor inglés ya había cedido su música otras veces para que la utilizasen en una película (el caso más célebre es sin duda el de El exorcista), pero aquí nos encontramos con música escrita ex profeso. Incorporar a Oldfield fue un empeño del director Roland Joffé, fruto de la admiración que sentía por él, y para salirse con la suya tuvo que luchar por convencer a los productores, poco dispuestos a contratar a un neófito por muchos discos que estuviese vendiendo. Ni ellos ni Joffé lo han confesado nunca al menos que yo sepa, pero seguramente hubo momentos en que se arrepintieron de contratarle: al cabo de seis meses esperando, a ninguno le gustó lo que Oldfield les presentó, fuertemente influenciado por la música electrónica tan de moda entonces, y le obligaron a reescribir buena parte de la partitura añadiendo una orquesta y coros. Luego el director tuvo la ocurrencia de modificar el montaje inicialmente previsto, lo que obligó al músico a retocar de nuevo algunas piezas para adaptarlas a los cambios. Mister Campoviejo acabó tan harto, tan hasta las narices, que nunca más ha querido repetir la experiencia.
Eso no quita para que el esfuerzo del tito Mike sea digno de elogio. Consciente de la oportunidad que tenía entre manos, el de Berkshire se tomó el encargo muy en serio, y aparte de empollar todo lo que pudo sobre música tradicional camboyana, echó mano de su socio David Bedford para trabajar a fondo los arreglos y la orquestación de lo que, ya en su día, se consideró una obra muy estimable. No obstante, llama la atención que lo más recordado de esta BSO no tenga que ver con Camboya ni casi con la película propiamente dicha: la ya mítica Etude versiona un tema original del guitarrista español Francisco Tárrega (1852 – 1909), y Mike Oldfield no quiso incluirla en el tracklist hasta el último momento. Tanto que en la película sólo puede escucharse durante los créditos finales.