Aunque la informática comenzó a introducirse en el cine mucho antes, como norma general se considera el estreno de Terminator 2 en 1991 como el inicio “oficial” de la nueva era de efectos especiales generados por ordenador; algo que con los años acabaría demostrando nuevamente que los males engendrados por la evolución tecnológica no son consecuencia de ésta, sino del mal uso que se hace de ella. Decir que el ordenador ha matado al cine quizás sea algo excesivo, pero no lo es decir que su contribución ha sido decisiva. La mayor ironía es que esta nueva forma de hacer películas trajo justo lo contrario de lo que prometía, en esencia mejorar la industria de los efectos especiales y al mismo tiempo abaratar costes. Hoy hacer cine es más caro que nunca a pesar del abuso de fondos verdes, chromas y otras chorradas, mientras que los efectos especiales no son necesariamente mejores que en tiempos de “lo analógico”, abundando ejemplos que hacen echar de menos la época en que con un puñado de maquetas y trucos de cámara se podía hacer de todo. Teniendo en cuenta que en muchos casos hablamos de películas con presupuestos por encima de los cien millones de dólares, es para que los productores y técnicos responsables se lo hagan mirar. Y para que los espectadores les reclamen la devolución del dinero mientras se descojonan vivos a costa suya, que lo cortés no quita lo valiente.

Sólo falta la etiqueta «Intel inside» en la mejilla.

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