Apresurada secuela de Aeropuerto 75, consecuencia imaginable a la vista del enorme éxito de aquella y del tirón que el cine catastrofista tuvo entre el público hasta el fin de la década de 1970. En ese tirón se incluye este largometraje, que partiendo de un presupuesto tan escueto como el de su antecesora casi la igualó en recaudación.  

Y todo a pesar de una factura algo cutre, de telefilme, y una trama algo ridícula, defectos ya arrastrados por la edición 75 de la serie. En esta ocasión, un avión de superlujo con pasaje millonario y cargamento a la altura es «atracado» por una banda de malhechores que, en el transcurso de la operación, comete un error que provoca que el aparato se estrelle y se hunda en el fondo de la mar salada. Los supervivientes del desastre tendrán que ingeniárselas para escapar aquella ratonera antes de que se inunde por completo. En cuanto a lo demás, lo habitual en estofados de esta clase empezando por el reparto estelar, esta vez encabezado por Jack Lemmon y con Joseph Cotten, Olivia de Havilland, James Stewart y Christopher Lee como secundarios de mayor renombre; todos en busca de un cheque fácil y generoso.

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