Película de 1990 realizada en base a una novela escrita once años antes por el británico Christopher Robbins, que a su vez se basó en hechos y personajes reales. Fundada en la década de 1950 con el supuesto fin de realizar labores humanitarias transportando cargamentos en el Sudeste Asiático, Air America era en realidad una tapadera de la CIA que utilizaba el tráfico de armas y drogas para financiar operaciones ilegales en la zona, muchas veces con el conocimiento de los pilotos. El joven Billy Covington es uno de ellos. Sin empleo en Estados Unidos debido a su levantisco carácter, acepta un contrato para trabajar en Laos con Air America en plena escalada de la Guerra de Vietnam, extendida sin remedio a los países vecinos. Allí conocerá a un grupo de alocados pilotos con los que se verá mezclado, sin quererlo, en numerosas aventuras marcadas por la sombra de la corrupción en una guerra que oficialmente nunca ha rebasado las fronteras vietnamitas.
Sin ser ni mucho menos una maravilla, Air America es una de esas pelis ideales para apañar una tarde de fin de semana. En su fracaso tuvo mucho que ver la mala suerte antes que sus propias carencias: inicialmente iba a rodarse con Sean Connery y Kevin Costner de protagonistas, pero se subieron a la parra exigiendo un dineral y Carolco Pictures canceló la producción durante varios años hasta que pudo revivirla, esta vez con Mel Gibson y Robert Downey Jr. encabezando los créditos. El estreno se vio afectado por la invasión iraquí de Kuwait y la posterior Guerra del Golfo, pero antes el director Roger Spottiswoode y el equipo hubieron de hacer frente a un tifón y dos terremotos sucedidos durante el rodaje, así como a la negativa de los especialistas a volar con los desvencijados aviones de época cedidos por las Fuerzas Aéreas de Tailandia, donde tuvo lugar la fotografía principal. El presupuesto acabó disparado y por ello (aunque también por las flojas críticas recibidas) Air America las pasó canutas para recuperar lo invertido en ella. La película es ciertamente irregular, pero resulta entretenida y el tono de comedia no le sienta mal, destacando un Mel Gibson en plan cachondo total, que sin tomárselo para nada en serio (aceptó el papel más que nada por los siete millones de dólares que le pagaban), acaba por hacerse merecedor de nuestra atención.