Tras los éxitos consecutivos de Superman y Superman II, la tibia acogida a la tercera entrega de la saga por parte de la crítica y el público, así como el enorme fiasco de Supergirl, abrieron los ojos a los productores que habían levantado la franquicia. Con los años, Alexander Saldkin y su hijo Ilya se habían ganado toda clase de epítetos por sus métodos trapaceros, carentes de ética personal y profesional, pero una cosa estaba clara: podían ser impresentables, pero no idiotas, siendo perfectamente conscientes de que la carrera del hombre de acero en el cine no daba para más.

Aquí es cuando salen a escena otros dos productores judíos como los Saldkin, parientes como los Saldkin y con fama de trapaceros. Sí, como los Saldkin. Menahem Golan y Yoram Globus eran dos primos que habían tenido éxito produciendo cine en su Israel natal. Poseídos por una ambición sin límite, optaron por dar el gran salto y establecerse en Hollywood para hacer una pasta gansa. Y en buena medida lo lograron pese a que su compañía Cannon Films estaba entre lo más chungo y rastrero de la ciudad, produciendo como churros toda clase de estofados a cual más indigesto. Ansiosos por ganarse el respeto de la industria y codearse con los más grandes, Menahem y Yoram se jugaron un órdago a pares. Llevando dos pitos siete. Para los que no sepan de mus, sería como pretender ganar una carrera de Fórmula 1 conduciendo un utilitario, lo que sin dejar de ser un acto valiente no deja de resultar una estupidez.

Carátula de la edición japonesa de la peli en laser disc. A la altura de la peli en sí.

Decidieron comprar los derechos de la franquicia Superman a los Saldkin para producir una cuarta entrega en asociación con Warner Brothers, convenciendo a Christopher Reeve para que volviese a interpretar al superhéroe de Kripton a cambio de dejarle participar en el guión, permitirle dirigir una eventual secuela y producirle un proyecto más “serio” (El reportero de la calle 42). Para el caso de mercenarios profesionales como Gene Hackman es de suponer que un buen cheque bastó y sobró; como también es de suponer que bastaría para una Margot Kidder necesitada de fondos para satisfacer sus adicciones (en la peli se la ve estropeadísima). Un jovencísimo Jon Cryer, que muchos años después sería mundialmente famoso gracias a esto, acepto hacer el payaso interpretando al ahostiable (a la par que imposible) sobrino de Lex Luthor. A los que no convencieron de ninguna forma fue a Richard Donner y Richard Lester, que oliéndose el percal declinaron el ofrecimiento. Pero sí estaba buena parte del equipo técnico que había hecho posible las tres primeras películas… hasta que decidió desertar en medio de una monumental trifulca por disputas salariales.

«¿Y qué queréis que hiciera? Después de firmar el contrato ya no tenía escapatoria».

Porque la realidad era que simple y llanamente no había un duro. Es conocida la leyenda que habla de que la Warner le dio 36 millones de dólares al tándem Golan – Globus para hacer Superman IV y que estos gastaron únicamente 17 en la producción, “desviando” el resto del dinero para invertirlo en otras proyectos. Diecisiete millones de dólares de 1987 eran calderilla tratándose de una cinta de semejante calibre (para que se hagan una idea, el rodaje de los dos primeros filmes de Superman diez años antes se había llevado unos 55 millones, aunque el monto exacto a día de hoy se desconoce y se presume aún mayor).

El resultado se deja sentir ya desde los créditos iniciales, dignos de un telefilme de sobremesa. El resto de la película está a la misma altura. Hubo que romper muchas páginas del guión (la cosa se queda en 90 minutos escasos) y prescindir de efectos especiales de calidad, y pese a que la idea argumental (dividida en varias sub tramas) no es demasiado mala, todo deviene en el ridículo más absoluto ante la evidente falta de presupuesto, imprescindible para dar lustre a una película como esta y hacerla interesante.

Sin ser tampoco lo puto peor como se viene a decir por ahí (hay muchas pelis de superhéroes infinitamente más cutres, que ya es decir), no es menos cierto que para ser una superproducción mainstream de Hollywood (en teoría) Superman IV resulta bastante chusca y sobre todo muy aburrida, aunque esa chuzquez propicie algunos momentos de hilaridad. Así lo vio la crítica, que despedazó la película. Así lo vio también el público, que no acudió a las salas ni aunque le regalasen la entrada. Y así lo vio el propio Christopher Reeve, que en su autobiografía definió Superman IV como “un desastre de principio a fin”. No podría haberlo hecho mejor.

Superman vs Supergayer.

Resultado: abucheos de aburrimiento, pero con carcajadas ocasionales.

Ficha en la IMDB.

Artículo sobre la película en Cinecutre.

Entrevista de 2013 a Mark Pillow, alias Nuclear Man – Supergayer.

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