Como forma de demostrarles que Christine no es el único filme protagonizado por un maligno coche asesino, aquí tienen ustedes esta modesta peliculita en la que la anodina vida de una comunidad rural estadounidense se ve repentinamente perturbada por la presencia de un vehículo que, sin motivo aparente, empieza a cargarse gente como moscas. Por su estética de baja estofa setentera en la que destaca el impresionante bigotón que luce el televisivo James Brolin, y la exhibición de medios que incluyen actuaciones y diálogos más bien tiñosos, alguno creerá que se trata de un telefilme. Pero no, miren: esta cosa se exhibió en cines y, pese a fracasar en ellos, llamó la atención lo bastante como para verse referenciado en películas y series de TV posteriores como Futurama, donde en un capítulo Bender se convierte en un coche asesino tras verse afectado por una maldición.

Y poco más. Una película tan insulsa como lo es su título original, The Car. Llama la atención que en los créditos iniciales y finales podamos escuchar una versión del Dies Irae, mítica por presidir la primera escena de El resplandor (apunte: Asesino invisible es tres años anterior). Y para acabar, se agradece que el argumento no se ande por las ramas. Que no trate a los espectadores como a seres mentalmente incapaces, buscando explicaciones innecesarias para lo que están viendo en pantalla: la peli comienza con una pareja de excursionistas montando en bici por una carretera solitaria, llega el coche, se los ventila y se lía la marimorena, punto final. Como ya he dicho en otras ocasiones, habría que ver a palizas pretenciosos como Christopher Nolan o Denis Villeneuve trabajando este material. Entonces sí que valdría más que Dios nos pillase confesados.

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