Si en algo se ha hecho notar la popularización de internet a lo largo de las últimas dos décadas, es en las facilidades que ha otorgado para acceder a toneladas de la más variopinta y recóndita información. Antes, incluso en una época relativamente reciente como los primeros años noventa del siglo pasado, hasta los archiconocidos Beatles tenían sus claroscuros, su historia oculta o escasamente documentada sobre la que pocos tenían un conocimiento siquiera aproximado. En el caso de los Fab Four, esos claroscuros se localizaban en los inicios de su carrera, cuando armados con sus guitarras y unas enormes ganas de triunfar embarcaron en su Liverpool natal con destino a Hamburgo, donde se foguearon como músicos tocando hasta el agotamiento en clubs de mala muerte.

Fue esa época oscura y al mismo tiempo trascendental para el grupo la elegida por el debutante Iain Softley como tema para su primera película, semblanza de los orígenes de la que acabaría por convertirse en la banda de música pop más importante de todos los tiempos cuando aún contaba con cinco integrantes y no cuatro: en el camino se quedaría Stuart Sutcliffe, el mejor amigo de John Lennon y bajista por aquel entonces, que acabaría dejando la banda para establecerse definitivamente en Alemania como pintor tras enamorarse de la fotógrafa Astrid Kircherr.

Centrándose en esas dos tramas (los inicios de los Beatles como grupo y la historia de amor entre Sutcliffe y Kircherr), Iain Softley construye un filme irregular que muchos fans del grupo y otros que no lo son tanto juzgan como una mierda, entre otras cosas por desvirtuar muchos aspectos de la historia real para convertir el relato en una especie de episodio de Sensación de vivir con la idea de ganarse al público joven, y por la inclusión de dos guapearas de manual para encabezar el reparto que ayuda reforzar ese argumento.

Stephen Dorff y el cadáver de Laura Palmer, alias Sheryl Lee, no lograron convertirse en las estrellas que esperaban ser gracias a esta película, que constituyó un fracaso pese a la nada disimulada (y algo cansina) campaña de promoción en la que estuvo involucrada The Backbeat Band, una banda tributo creada ad hoc e integrada entre otros por el bajista de R.E.M. Mike Mills y Dave Grohl. Su enérgica interpretación del rock de los cincuenta constituye sin duda lo mejor de la película. Eso y el trabajo del debutante Ian Hart dando vida a John Lennon, aunque también resulta digna de elogio la valentía de Softley al elegir un material muy difícil para estrenarse como director. Si bien las cosas no salieron como él esperaba, al menos la cinta vale como piedra de toque para ilustrarse de manera más adecuada sobre los fascinantes inicios de los Beatles.

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