Junto a Muerte entre las flores, la película que situó en el mapa del cine a los hermanos Coen. Especialmente en la cultureta Europa y más concretamente en Francia, donde Barton Fink enjugó su fracaso entre los críticos y los espectadores estadounidenses (los primeros la pusieron a caldo, los segundos apenas fueron a verla, y en general ni Dios la entendió) cosechando un triunfo incontestable en Cannes, donde el jurado presidido por Roman Polanski le otorgó la Palma de Oro y sendos premios a la dirección de Joel Coen y la interpretación de John Turturro, un actor colosal que es sin duda lo mejor del filme con diferencia.
Turturro es el Barton Fink del título, un dramaturgo algo timorato aunque no carente de ego cuyo incipiente éxito en Broadway le lleva a ser fichado como guionista por una productora de Hollywood a cambio de un pastizal. Obsesionado con no perder el contacto con el hombre de la calle, que considera su principal fuente de inspiración, decide alojarse en un hotel de poca monta algo siniestro, pero se ve repentinamente afectado por un inexplicable bloqueo mental que le impide escribir. Durante la crisis se relacionará con otros personajes intentando escapar de ella, y en particular con un huésped del hotel (magnífico John Goodman) que se aloja en una habitación contigua a la suya. Sin saberlo, desde ese momento su vida cambiará para siempre.
Cinta típica de los Coen, en la que los hermanos echaron mano a su libro de estilo para confeccionar un relato cuajado de referencias al Hollywood clásico (la película se ambienta en 1941) y el mundo literario, no carente de un punto onírico y hasta surrealista especialmente durante el último tramo y sobre todo en la escena que pone fin a la película, cargada de simbolismo. Como suele ser habitual en la filmografía de estos dos tipos, el humor negro no carente de un tinte grotesco, el drama e incluso el terror se entremezclan con la particular forma que los Coen tienen de entender el cine como arte y entretenimiento. Mi consejo es que huyan de las abundantes pajas mentales que salpican Internet comentando la película y se limiten a verla sin complejos, aunque ya les advierto que el adjetivo «pretencioso» les vendrá a la cabeza más de una vez, con especial énfasis en la ida de olla final.