A Takeshi Kitano se le considera el heredero de Akira Kurosawa como primer embajador en Occidente del cine japonés, aunque su carrera en el séptimo arte comenzó relativamente tarde. Con fama de estar mal de la cabeza, iba para ingeniero pero le expulsaron de la uni por gamberro, un suceso que lejos de arruinar su vida le permitió hacerse famoso tras montar un dúo cómico junto a un amigo. En los ochenta dio el salto a la tele con su alocado Takeshi ´s Castle, que fue lo que le dio a conocer especialmente entre la gente joven. Y de ahí al cine.
Dejando a un lado las gafapastosas Hana-Bi y El verano de Kikujiro, Brother es junto con la posterior Zatoichi su cinta más popular y una de las que más se identifican con los tics y clichés habituales en su cine. Así, el protagonista es Yamamoto, un yakuza caído en desgracia que ha de huir del Japón para salvar el pellejo y recala en Estados Unidos, concretamente en Los Ángeles, donde localiza a un antiguo protegido que sobrevive como traficante de poca monta junto a una cuadrilla de elementos tan lerdos como él. Aunque Yamamoto quiere relajarse un poco tras soportar años de tensiones al servicio de su clan, no le quedará otro remedio que convertirse en la “niñera” del grupo y el destino le empujará a montar un imperio criminal japonés en suelo americano.
Violencia (un punto desmesurada pero sin excederse), sangre a borbotones y unas pizcas de humor bizarro completan un tinglado hecho en régimen de coproducción que pretendía ser la puerta de entrada de “Beat” Takeshi al lucrativo mercado yanqui, pero que no acabó de resultar plenamente satisfactorio ni para el propio Kitano, quien no lo considera entre sus trabajos más brillantes. Pese a todo, divertida gracias a su turbulento hilo argumental repleto de enfrentamientos entre los más variopintos clanes mafiosos y el buen trabajo de los actores. Pero sobre todo gracias al singular carisma de su protagonista.