El enorme éxito obtenido con Depredador en 1987 auguraba una secuela que, en la mejor tradición de los años ochenta y en especial del productor Joel Silver, este quería levantar lo antes posible para sacar partido del rebufo, tal como había hecho lanzando Arma Letal y su segunda parte con apenas un año de diferencia. Para Depredador 2, Silver deseaba contar nuevamente con Arnold Schwarzenegger, quien de entrada no le dijo que no pero le puso dos condiciones irrenunciables para aceptar: que contratase al realizador de la primera entrega, John McTiernan, y que el guión fuese revisado con lupa porque a a su juicio era una puñetera mierda. Las cosas se torcieron de inmediato: convertido en un director cuyo nombre era sinónimo de taquillazo seguro, McTiernan estaba on fire y exigió un dineral (cinco millones de dólares) que los productores se negaron rotundamente a pagarle. El guión tampoco se modificó sustancialmente, así que Chuache le dijo a Silver dónde podía meterse la película. Acabaron a la gresca y nunca más volverían a trabajar juntos.

El postrero fiasco de Depredador 2 parecía dar la razón a McTiernan y Schwarzenegger cuando decían «se lo advertimos» en referencia a Silver, pero el tiempo convertiría al avezado productor en el último en reírse: su carrera continua hasta hoy con éxito. En cuanto al Chuache, tenía tantas ganas de volver a trabajar con el cineasta de Albany que se embarcó en El último gran héroe, la película cuyo estrepitoso fracaso señalaría el inicio de su decadencia y convertiría a McTiernan en un apestado, así directamente. Lleva sin dirigir desde 2003, y llegó a pisar la cárcel acusado de un delito federal por un oscuro asunto de escuchas ilegales al productor de Rollerball (otro monumental fiasco), acabando finalmente arruinado. Hace poco se supo que pretende levantar un nuevo proyecto cinematográfico para 2018, pero en vista de la calamitosa situación actual del cine y de que sus mayores triunfos pertenecen ya a tiempos casi prehistóricos, no parece muy probable que consiga reverdecer laureles.

«Tío, la cagamos».

Centrandonos de una vez en la peli que ahora nos interesa, la verdad es que siempre he tenido sentimientos encontrados hacia ella: cuando se estrenó en 1990 los críticos se cebaron acusándola de vulgar y anodina, mientras que el público le dio la espalda por entender que resultaba muy inferior a su antecesora. Todos llevaban su parte de razón, pero no del todo porque en realidad el auténtico problema de este filme es el lastre del primer Depredador, Un exceso de peso del que esta película no pudo librarse. Porque efectivamente es vulgar, anodina e inferior, pero solo comparándola con su predecesora.

Si no pensamos en ella como secuela (y así se puede ver sin ningún reparo) resulta que no está tan mal. Vale, el guión se encuentra a la altura de lo que Schwarzenegger juzgaba y la película sufre mucho por su culpa, pero no es peor que el de otras cintas de acción estrenadas en aquel entonces como La jungla 2, que sin embargo fueron mucho mejor recibidas. Hay algunas escenas trepidantes y Danny Glover, eterno actor secundario (por ejemplo en la saga Arma letal producida por Joel Silver), cubre bastante bien el hueco dejado por Chuache interpretando al clásico (que no tópico) madero rebelde e indisciplinado que, por supuesto, es el mejor compañero a la hora de la verdad. Él es lo mejor de una cinta tirando a floja, pero no por ello merecedora tantos desprecios como los que recibió y aún hoy recibe.

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