Cuando me ofrecieron hacer Dos hombres y un destino y me comentaron que Paul Newman la protagonizaría conmigo, decidí llamarle para charlar sobre la película durante un par de horas mientras tomábamos algo en un bar. Al final estuvimos hasta la madrugada hablando de todo menos de la película, y eso fue lo que me convenció: me dije a mí mismo que sería idiota si dejaba pasar la oportunidad de trabajar con ese tío.
Así narraba Robert Redford, en una entrevista que leí hace un montón de tiempo, cómo empezó una amistad que también incluiría al director George Roy Hill y les llevaría a repetir colaboración en la que sería una de las mejores películas de todos los tiempos: El golpe. Curiosamente, los tres jamás volverían a trabajar juntos después de aquello, pero tanto Newman como Redford repetirían por separado con Hill en sendos proyectos personales del realizador. En 1977 el primero rodaría El castañazo, una divertidísima comedia gamberra sobre un equipo de hockey de medio pelo. Pero dos años antes se le adelantaría el rubicundo Redford con The Great Waldo Pepper, exhibida en España con el título de El carnaval de las águilas y centrada en los ases de la aviación de principios del siglo XX, muchos de los cuales, tras haber combatido en la Gran Guerra, se encontraron abandonados a su suerte y viéndose obligados a ganarse malamente la vida, jugándose el pellejo como pilotos acrobáticos en los circos aéreos que recorrían la América rural a lo largo y ancho. Contra todo pronóstico, la película no acabó de funcionar y puede que debido a eso haya acabado totalmente olvidada, hasta el punto de que resulta muy difícil encontrarla y raramente se emite por TV. Lo cierto es que sin alcanzar el nivel de las películas mencionadas con anterioridad, The Great Waldo Pepper resulta muy agradable de ver, jugando bastante bien con esa amarga mezcla resultante de cabalgar entre la comedia y el drama que caracterizaba a El Golpe, y favorecida por un reparto muy solvente en el que destaca la presencia de una jovencísima Susan Sarandon casi a estrenar como actriz (era su segunda película) así como la de Margot Kidder tres años antes de Superman, en la época en que todavía luchaba por hacerse un hueco en el mundo del cine y compartía apartamento con dos amigas mientras ponía de mala leche a su amigo, el mojigato Steven Spielberg, yendo a la playa a bañarse en topless, cuando no completamente desnuda. Una crack, la tía.