En el primer lustro de los años ochenta se pusieron de moda las películas de terror segmentadas en historias independientes. Creepshow o En los límites de la realidad están entre los ejemplos más destacables, pero con anterioridad el director Roy Ward Baker, conocido por La última noche del Titanic (A Night to Remember), había filmado esta modesta cinta en la que destaca la presencia de todo un peso pesado del cine clásico de terror: Vincent Price. La irregularidad es la nota predominante en esta clase de tinglados y el que nos ocupa no es la excepción, mezclando episodios aceptables (el primero) con otros más flojos (el segundo) y un último (este sí) realmente destacable y filmado con brillantez. Todo queda unido mediante insertos que no sirven para otra cosa más que para justificar actuaciones musicales de bandas punk – rock cutrongas (estamos en los primeros 80, recuerden) con gente llevando máscaras de goma sacadas de un todo a cien. Afortunadamente la peli no se toma en serio a sí misma la mayor parte del tiempo así que esos momentos, con la tontería, pueden resultar incluso graciosos.

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