El paralelismo entre las vidas de Bruce Lee y su hijo Brandon es ciertamente inquietante en algunos puntos. Sobre todo en lo relativo a sus muertes, ocurridas ambas mientras rodaban las películas que iban a convertirles en estrellas de Hollywood y motivadas por causas tan tristes como absurdas, aunque más en el caso de Brandon. Porque si bien la muerte de Bruce era casi imposible de prever y / o evitar, la de Brandon era perfectamente evitable en las circunstancias que normalmente rodean la filmación de una película. Porque lo que ocurrió, dicho en pocas palabras para no extendernos demasiado, fue que los productores de El Cuervo quisieron rodar el filme gastándose la mitad de lo necesario, escatimando más allá de lo razonable y contratando a personal tan escaso en número como en experiencia. Y pasó lo que tenía que pasar:
En cuanto a la película, dejando a un lado el hecho obvio de que salió beneficiada por la muerte de su protagonista (igual que Operación Dragón) y eso le ayudó a alcanzar el estatus que disfruta en la actualidad, hay que reconocer que está bastante bien. O que por lo menos resulta entretenida y sirve para arreglarte un par de horas sin nada mejor que hacer. Lo mejor reside en la estética gótica y cochambre, muy lograda teniendo en cuenta las limitaciones presupuestarias de la cinta, así como la presencia de Ernie Hudson y Michael Wincott, haciendo de malo como sólo él sabe.
Ya es mala suerte que justo la única bala que se alcanzó a disparar, seguramente con poca potencia, le haya acertado y además en una parte vital… 🙁