Una de las películas menos conocidas y valoradas de Clint Eastwood, que el actor se lanzó a producir con entusiasmo tras leer una novela escrita por Thomas Cullinan y mostrársela a su amigo Don Siegel, quien aceptó gustoso el encargo de llevarla a la gran pantalla como director. Ambos contaron con el beneplácito de la Universal, cuyos ejecutivos creyeron que recibirían un western de éxito garantizado como los que ya les habían distribuido otras veces. Se llevaron un chasco morrocotudo al ver el resultado final, tanto que actuaron como los clásicos mandamases del cine que no se enteran de nada: no sólo ningunearon la película de un modo trapacero, sino que la campaña publicitaria trató de venderla como si fuese otro western de Eastwood al estilo de los que le habían hecho mundialmente famoso, y el público reaccionó dándole la espalda.
Estamos ante uno de esos largometrajes sobre cuyo argumento es mejor no comentar nada porque nada es lo que parece. Ni siquiera el largometraje mismo, que parece un western pero no lo es, aunque la acción transcurra durante la Guerra Civil americana. El título original, The Beguiled, nos da pistas, pero lo mejor es que lo vean y punto, disfrutando de paso con su buena hechura general, en la que destaca el plantel de actores. Lo encabeza por supuesto Eastwood, demostrando ser capaz de algo más que llevar con estilo un poncho guarro, bien secundado por una espléndida Geraldine Page. Minipunto también para la fotografía de Bruce Surtess, que debutaba en el cine y lo hizo tan bien que pasó a ser uno de los fijos de Eastwood. Tito Clint siempre ha tenido esta cinta en alta estima, y Don Siegel la consideraba uno de sus trabajos más redondos. Acertadamente, pese al fracaso en taquilla.