Tercer y hasta hoy último largometraje en ganar los cinco premios Óscar considerados como más importantes: Película, Director, Actor principal, Actriz, y Guión (adaptado de la novela publicada por el escritor Thomas Harris en 1988). Poco tiempo antes nadie lo habría imaginado; no solo porque aquella noche la competencia era bastante dura, sino porque el proyecto había estado a punto de naufragar sin remedio cuando su principal valedor, Gene Hackman, que aspiraba incluso a dirigirlo, se bajó del barco repentinamente influido por su hija, quien lo juzgaba demasiado violento. Se salvó gracias a la confianza de los jefes de Orion Pictures en el trabajo del guionista Ted Tally, a todas luces espléndido.
Poca gente sabe que El silencio de los corderos supuso la segunda aparición en el cine del personaje de Aníbal Lecter. El mítico psiquiatra caníbal ya había aparecido en Manhunter, producción de Dino de Laurentiis basada en otra novela de Harris que había fracasado estrepitosamente tras su estreno en 1986. Sí sería, en cambio, la primera vez en que Anthony Hopkins lo interpretó, haciéndose cargo de un papel inicialmente pensado para John Hurt y luego rechazado por Sean Connery, y para el que fue propuesto por el director Jonathan Demme porque le admiraba tras haber visto El hombre elefante. El valor de su trabajo, que abrazó con entusiasmo porque enseguida se dio cuenta de lo que podía reportarle, está fuera de toda duda. Mezclando un batiburrillo de influencias entre las que figura la voz de HAL 9000 y sin pestañear una sola vez, sólo necesitó veinticinco minutos de película para pasar a la historia no ya del cine, sino incluso más allá.
A Demme se le había fichado «de rebote» tras la espantada de Hackman y no todos confiaban en él porque se le consideraba un mediocre; pero su labor resultó intachable, apoyada en el guión y en la interpretación de los actores. Aparte de Hopkins, Jodie Foster, Scott Glenn y Ted Levine como el inquietante Buffalo Bill están todos magníficos y contribuyeron, cada uno con lo suyo, en hacer de El silencio de los corderos un clásico inmediato que influiría de manera destacada en multitud de filmes y series de televisión posteriores (un ejemplo: la Scully de Expediente X es por momentos un reflejo de Clarice Starling), obteniendo además un éxito recaudatorio incontestable: habiendo costado 19 millones de dólares acumuló en taquilla casi 300 y se alzaría como la cuarta película más taquillera del mundo en 1991.
Poco más cabe decir sobre uno de esos pocos largometrajes que lo tienen todo.