No es la primera vez que en esta web comento lo que Steven Sipelberg representaba en la década de los 80, y lo que suponía poner su nombre en los créditos de una película aunque él poco o nada pintase en ella. Este es un ejemplo: los verdaderos promotores del tinglado fueron sus colegas Frank Marshall y Kathleen Kennedy, pero el tito Spielberg tenía mucho más caché y contribuyó de forma decisiva a que Esta casa es una ruina triunfase en taquilla, manteniendo además la exitosa racha de Tom Hanks, entonces el actor de comedia más famoso en Hollywood junto a Eddie Murphy. Pero Hanks no está solo: le arropan Shelley Long (de la que ni Dios se acuerda hoy pero cuyo nombre era aún más conocido que el de Hanks gracias a su participación en la teleserie Cheers), Joe Mantegna y el exbailarín ruso Alexander Godunov, metido en la piel de un personaje entrañable que tiene poco que ver con los que le convirtieron en un rostro familiar de películas como Jungla de cristal.
Él no es el único que sorprende con un cambio de registro: el autor del guión fue David Giler, uno de los creadores de la saga Alien, inspirado por una vieja película de 1948 titulada Los Blanding ya tienen casa, que moderniza (obviamente) y en el que potencia el componente slapstick como queriendo rendir tributo a las comedias de aquellos años. El suyo no es el único nombre con postín que figura en el staff técnico: Gordon Willis (responsable de fotografía en El padrino) o la diseñadora de producción Patrizia von Brandenstein, que venía de ganar un Óscar por Amadeus, contribuyen al caché de una película cuya pretensión no va más allá de hacer pasar un rato divertido al espectador, algo que logra con creces pese a flojear en las escenas que se apartan del humor físico y las muecas de Tom Hanks, alma indiscutible de la cinta.