Documental biográfico sobre la figura de Eugenio Jofra Bafalluy, conocido simplemente como Eugenio, el nombre de pila con el que se haría famoso. Nacido en el seno de una familia conservadora, pésimo estudiante (su hermana pequeña comenzó el instituto cuatro años más tarde que él y lo acabaron juntos), estaba dotado con una vena creativa innata que le llevó en primera instancia a hacerse joyero, pero un encuentro fortuito con una cantante callejera de nombre Conchita cuando iba camino de un estanco para comprar tabaco, le cambiaría para siempre la vida. Tras casarse con ella, formó un dúo que obtendría cierto reconocimiento en la escena musical catalana durante los años setenta en el que Eugenio, además de acompañar a su mujer con la voz y tocar la guitarra, adquirió la costumbre de amenizar las pausas entre canciones contando algún chiste. Al público le hacía tanta gracia que fue la propia Conchita la que le animó a convertirse en humorista a tiempo completo. Entonces ninguno lo sabía, pero estaban alumbrando una leyenda que alcanzaría su cénit durante los años ochenta, época en la que Eugenio llegó a cobrar medio millón de pesetas por actuación y fue, junto a Tip y Coll, el humorista mejor pagado de España.
Por desgracia Conchita no viviría para ver triunfar a su marido porque murió a principios de 1980 víctima de un cáncer de pecho. Viudo a los 39 años de la que había sido su «inventora» y con dos hijos a su cargo Eugenio, devastado, jamás se recuperó totalmente del golpe aunque mantuviese relaciones estables con otras parejas. Mujeriego, crápula, más apegado a las juergas que a su familia y finalmente enganchado a las drogas (principalmente cocaína), los excesos le acabaron pasando factura personal y profesional, minando su salud y provocándole una muerte prematura contando tan solo 59 años mientras se divertía en una sala de fiestas. Los medios de comunicación se volcaron en los aspectos más turbios de su vida de forma bastante sensacionalista, obviando el talento de un artista que había marcado un hito durante los primeros años de la democracia.
A pesar de quedarse un poco corto a la hora de profundizar en el secreto del éxito de su protagonista y de la ominosa presencia de Carlos Latre en su habitual papel de payaso sin gracia, este documental está bastante bien porque detrás de su estructura formal absolutamente clásica y sus clichés sobre el humorista atormentado por las inseguridades y la tragedia, se esconde una historia fascinante pese al inevitable tono hagiográfico y sensiblero (está narrado por familiares y allegados). En una época donde lo que se llevaba era un humor zafio y chabacano basado en el destape y la política, Eugenio triunfó con sus chistes «blancos» (pero no carentes de mala leche) y una puesta en escena que, apoyada en un estilo inconfundible y tras su apariencia improvisada, escondía una planificación meticulosa en todos los aspectos, con muchas horas de ensayo acumuladas antes de salir al escenario.