La obra más célebre de la ciencia ficción nipona en dibujos animados junto con Akira, basada también en un manga previo (de Masumune Shirow) y casi con las mismas virtudes y defectos que aquel. Visualmente es alucinante, gracias en parte a la mezcla de técnicas digitales y animación tradicional, una novedad en 1995. Pero el guion no acaba de dar todas las puntadas necesarias para hilvanar la historia y que sea comprensible al cien por cien, más aún cuando esta resulta algo espesa y transcurre con una lentitud a veces exasperante, de forma que su escasa duración parece multiplicarse de forma innecesaria. Una pena, porque el argumento del manga, publicado originalmente en 1989, es interesante y anticipa conceptos que hoy resultan cotidianos como el de Internet, en un estilo que sería descaradamente copiado años más tarde por los mediocres hermanos Wachowski en Matrix El cotarro lo dirige Mamoru Oshii, muy influenciado por el cine europeo más trascendentaloide (aquí se nota, de hecho) y que con esta peli dio el gran pelotazo de su carrera para, veinte años después, seguir viviendo de él y a costa de los millones de otakus que lo idolatran con ardor pajillero.

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