En 2021 se cumplieron cincuenta años del estreno de esta película, que convirtió a Clint Eastwood en superestrella aunque ya fuese famoso gracias a la «trilogía del dólar» rodada años atrás junto a su colega Sergio Leone. Su enorme éxito de crítica y público, pese a las acusaciones vertidas sobre ella por fascismo, al justificar el uso de la violencia policial como única forma válida de acabar con la creciente ola de criminalidad que azotaba a las grandes ciudades de Estados Unidos durante el inicio de los años 70 (y en especial el área de San Francisco, con Zodiac como referente), cambió para siempre el cine de género policiaco. Su influencia llegó a tales extremos que el antiguo oficial de policía y más tarde alcalde de Manila Alfredo Lim fue apodado Harry el Sucio por alentar el uso de métodos tan expeditivos como los del célebre detective para pacificar las calles de la ciudad.
Poco podían imaginar los guionistas Harry y Rita Fink, matrimonio en la vida real, que el fruto de su trabajo daría para tanto, sobre todo cuando nadie quería ni tocarlo a causa de su contenido violento. Hasta que cayó en manos de Eastwood, que accedió a producirlo y protagonizarlo a cambio de que la Warner le dejase debutar como director con Escalofrío en la noche, aquel guión había dado más vueltas que un tiovivo y se había reescrito media docena de veces, desvirtuándose cada vez más su mensaje presuntamente ultraderechista. Eastwood decidió volver al punto de partida y consultar al tarao de John Milius para hacer pequeñas correcciones que resultarían vitales para convertir al personaje en un icono. Sólo faltaba echar mano de algunos amiguetes como Don Siegel (dirección) o Bruce Surtees (fotografía) para gestar un clásico sobre el que poco más cabe decir, que sigue siendo un entretenimiento de primera por muy fascista que parezca, y que por algo figura merecidamente en la Librería del Congreso estadounidense como una de las piezas clave del cine del último medio siglo.