En 2016 se cumplieron ochenta años de la gesta protagonizada por Jesse Owens, convertido en leyenda tras dejar en evidencia las ridículas teorías supremacistas de Adolf Hitler durante los Juegos Olímpicos celebrados en la capital nazi. Allí conquistó cuatro medallas de oro en atletismo, una gesta que nadie igualaría hasta que en 1984 lo logró Carl Lewis. Y en el marco de unos juegos deportivamente cercenados por el boicot de la URSS y sus aliados.
El héroe de Berlín relata aquella historia… pero también otras muchas, en lo que sin duda constituye el mayor lastre de la cinta. Dice el refrán que quien mucho abarca poco aprieta, y Race (el título original, mucho más difuso que el otorgado por la distribuidora española) lo demuestra claramente. Pero es que además aprieta donde no debe, centrándose demasiado en cosas como la intrascendente vida amorosa de Owens y obviando en cambio aspectos clave de su trayectoria deportiva. Hasta el punto de que ni siquiera sabemos qué le lleva a dedicarse al atletismo. El tío llega a la Uni y simplemente se inscribe en el equipo. ¿Se dedicaba antes a correr o qué? Así las cosas, la película flaquea por culpa del guión y sus autores, los mediocres Joe Shrapnel y Anna Waterhouse, son culpables en buena medida de que las más de dos horas de metraje acaben transcurriendo sin pena ni gloria, dando la impresión de que con otro enfoque más centrado habrían sido mucho más interesantes. Para mí lo mejor está en la espectacular recreación del Olympiastadion berlinés durante los Juegos del 36, y con eso está dicho todo.
Dirige el anodino Stephen Hopkins, responsable de otra película ya comentada en esta web (Depredador 2), destacando la aparición de algunos actores de postín en roles secundarios como Jeremy Irons, William Hurt o Carice van Houten, quien interpreta a la nauseabunda Leni Riefenstahl de un modo claramente ilustrativo respecto al tono del filme, bastante edulcorado e inane. Porque no hay que olvidar que esta antigua bailarina a la que se le rompió el menisco (pero no el hombro para alzar el brazo) era una nazi convencida que no dudó en utilizar mano de obra esclava en sus rodajes, por mucho que más tarde fuese diciendo por ahí que ella no sabía nada de nada.