Película emblema del Free Cinema, integrado por un conjunto de directores que, inspirándose en los movimientos vanguardistas franceses (Nouvelle vague) e italianos (Neorealismo) pondría patas arriba la cinematografía británica durante los años 60, aunque curiosamente su miembro más popular y exitoso fuese el norteamericano Richard Lester. Tomando como base un relato del escritor y periodista Allan Sillitoe, que también se haría cargo del guión para la cinta, el director Tony Richardson retrató sin miramientos la difícil situación de la clase obrera británica y en especial de su juventud, abandonada a su suerte y condenada a llevar una existencia miserable con trabajos de mierda. Uno de esos jóvenes es Colin Smith, convicto por el robo de un puñado de libras en una fábrica de pan. Estando a la sombra en un reformatorio descubre que tiene talento para correr largas distancias, y mientras se entrena en solitario para competir contra una escuela pija de los alrededores, se da cuenta de que goza de más respeto y privilegios viviendo entre rejas que en libertad.
Mas allá de cualquier análisis sesudo (en Internet los hay a patadas, así que buscadlos si os apetece) lo cierto es que la película resulta lo bastante buena como para merecer la fama que disfruta, aunque algunos detalles chirríen demasiado. Los actores no tienen la edad que uno asocia a los chavales que se supone están recluidos en un reformatorio. Empezando por el protagonista, Tom Courtenay, que debutaba en el cine con esta película calzando ya 25 «tacos». Teniendo en cuenta que el suyo no es el único caso, aquello recuerda a cualquier sitcom de esas con treintañeros haciéndose pasar por estudiantes de instituto. La inclusión de secuencias a cámara rápida no acaba de entenderse y aproxima el filme a las típicas comedias del cine mudo, mientras que la banda sonora, muy jazzística, peca de excesivamente estridente y acaba resultando inapropiada para ambientar una historia tan sórdida, filmada por añadidura en un blanco y negro muy crudo. Aún así, La soledad del corredor de fondo invita a reflexionar acerca de asuntos como las injusticias derivadas de la lucha de clases, en la que por supuesto huelga decir quiénes llevan siempre las de perder. Pero sobre todo acaba resultando plenamente actual, lo que tratándose de una cinta estrenada en 1962 dice mucho acerca de cómo ha evolucionado nuestra sociedad y hacia dónde se dirige.