En la década de 1970 el director Roberto Bodegas (1933 – 2019) se erigió en uno de los estandartes de la llamada «tercera vía» del cine español junto a tipos como Carlos Saura, Jorge Grau o José Luis Garci. Los prebostes de la dictadura franquista adivinaban el próximo fallecimiento de su jefe y decidieron abrir (tímidamente, muy tímidamente) la mano con vistas a perpetuarse en el poder, gracias a un régimen «blanqueado» dispuesto a escuchar algunas reivindicaciones de una sociedad que exigía cambios tras lo que popularmente se conoció como «desarrollismo»; un periodo en el que España había progresado mucho, pero a costa de enormes esfuerzos por parte de las clases trabajadoras que generaron también enormes desigualdades en el proceso, huelga decir en favor de quién.
De este modo, los realizadores antes mencionados pudieron abordar en sus películas temas que en otra época inmediatamente anterior habrían sido impensables, aun debiendo tener presente el acecho de la censura que todavía existía y seguía siendo implacable cuando decidía meterse con uno. Con el inicio de los años 70 la receta económica del desarrollismo, esencialmente ultraliberal, se quedaba sin ingredientes. Puestos a mantener la locomotora en marcha aunque eso implicase griparla, los franquistas optaron por un clásico: abrir más cauces de inversión al capital extranjero, sin importar las consecuencias que eso pudiese tener para el hombre de la calle. Y es en este punto donde se inicia la historia de Los nuevos españoles, cuyo título utilizaba con muy mala leche un popular eslogan publicitario de la compañía aérea Iberia. Un pequeña empresa de seguros es absorbida por una multinacional americana del ramo, y esto provoca que la apacible vida de los empleados se llene de incertidumbre cuando los nuevos propietarios comiencen a imponer sus cánones de gestión, basados en el ejercicio de una competitividad despiadada tanto contra las empresas rivales como entre los propios trabajadores. El que no da la talla se queda fuera del juego. La esencia del capitalismo salvaje resumida en toda su extensión.
Los nuevos españoles suele definirse por ahí como una comedia con tintes dramáticos, pero es justamente lo contrario. Es un drama con tintes de comedia, en ocasiones muy negra, que ataca la maldad intrínseca de un sistema cruel e inmisericorde con todo aquel que no goza de una posición socioeconómica muy desahogada. Cualquier táctica vale para obtener beneficios y que estos sean cada vez mayores, aunque alguna se disfrace como acto de bondad o agradecimiento. Los mayores defectos de la película vienen dados por la época en que se filmó, previa al fenómeno del «destape» pero en la que ya existía bastante permisividad para mostrar en pantalla carne de jamelga, lo que tuvo sus consecuencias en una sociedad que había pasado décadas reprimida sexualmente pero aún no podía hablar abiertamente de casi ningún otro tema. La norma no escrita «sexo sí, política no» atribuida al ínclito Manuel Fraga, trajo consigo una explosión de chabacanería de la que Los nuevos españoles no se libró. Cono todo, y a pesar de ser algo reiterativa, la película merece la pena gracias al guión, escrito en parte por José Luis Garci, y por los actores, entre los cuales se encuentra buena parte de lo mejorcito que había en España por aquel entonces.