Primera (y hasta 2016 única) película húngara galardonada con un Óscar, amén de con otros premios internacionales de renombre entre los que cabe citar el otorgado al mejor guión en Cannes para el director István Szabó y el Bafta como actor revelación para Klaus Maria Brandauer, aupándose ambos al estrellato internacional. Mephisto se basaba en una aclamada novela del escritor Klaus Mann (hermano de Thomas y tío del sobresaliente historiador Golo Mann), quien a su vez se había inspirado muy vagamente en hechos y personajes reales comenzando por el actor Gustaf Gründgens. A propósito, los herederos de este último no se tomaron demasiado bien lo del «muy vagamente» y tras la Segunda Guerra Mundial acudieron a los tribunales para denunciar a la editorial por libelo. Como resultado, la publicación del libro estuvo prohibida durante años en Alemania Federal, siendo necesario buscar ejemplares impresos en la dictatorial RDA para poder leerlo en su idioma natal.

Un contrasentido a la altura del personaje protagonista, llamado aquí Hendrik Höfgen; un actor de provincias que lucha por abrirse paso en la escena teatral alemana sin demasiado éxito. Todo cambia cuando los nazis llegan al poder: inicialmente Höfgen sale por patas buscando asilo en Hungría, igual que han hecho sus amigos y hasta su propia esposa. Pero ante la promesa de ver perdonado su pasado comunista cambia de idea y decide regresar a Alemania. Su apasionada interpretación de Mefistófeles en una adaptación de la obra de Goethe le ha hecho famoso, le gana el favor de los líderes nazis y le permite alcanzar las metas que tanto anhelaba. Pero todo tiene un precio: aunque sobre el escenario interprete al diablo, en realidad Höfgen le ha vendido su alma y se ha convertido en Fausto.

En Internet he visto artículos que la desmenuzan a lo largo de párrafos interminables, pero Mephisto puede resumirse perfectamente en el trabajo de Klaus Maria Brandauer, que llena la pantalla con su presencia (que no potencia, por la abrumadora intensidad con la que se toma el papel) y hace más soportable una película que en su montaje original de dos horas y media, que es el que yo tengo, acaba haciéndose un poco demasiado pesada. En ciertos países se exhibió recortada a dos horas justas y es bastante probable que así gane enteros, pero como no he podido comprobarlo no puedo juzgar. Tampoco es que quepa darle demasiadas vueltas: Mephisto está bien en general, y aquellos que deseen verla llevados por la curiosidad no se sentirán defraudados.

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