S is for Stanley es el título original de este curioso documental realizado a partir de una larga entrevista a Emilio D’Alessandro, un emigrante italiano en Londres que a primeros de 1970 participaba como aficionado en carreras de coches mientras se ganaba la vida conduciendo para una compañía de radiotaxis. Durante una fría noche invernal, aceptó el encargo de transportar una enorme polla de cerámica por calles y carreteras cubiertas de nieve hasta unos estudios de cine, que resultaron ser los mismos donde se estaba filmando La naranja mecánica. Agradecido, el mismísimo Stanley Kubrick quiso saludarle en persona y ahí empezó una colaboración de casi treinta años en la que D’Alessandro pasó de hacer de chófer personal para el director a hacer de todo para él. Literalmente: desde limpiar y ordenar su oficina a dar de comer a los innumerables perros y gatos (y hasta dos burros) que campaban por la enorme finca de la mansión en la que vivía el cineasta, quien no paraba de pasarle notas de su puño y letra con las tareas a cumplir.
El falo más célebre en la historia del séptimo arte.
Convertido en su asistente personal más próximo y valioso, Emilio D’Alessandro pudo conocer al Kubrick más íntimo y también más raro. Porque Kubrick estaba zumbado, algo ya sabido por la multitud de libros escritos en torno al personaje y confirmado públicamente por muchos de quienes le trataron. El inseguro y en ocasiones infantil director neoyorkino era también manipulador y posesivo hasta límites enfermizos, llegando a sugerir a D’Alessandro que instalase un teléfono en el tractor con el que araba la parcela de su casa en Italia para poder llamarle allí en caso de necesidad, algo a lo que obviamente él se negó. El italiano supo tratarle y aguantarle lo suficiente como para permanecer a su lado hasta el final, revelando por ejemplo que Stanley no murió de forma repentina (por un infarto mientras dormía) como piensa mucha gente, sino que ya antes estaba mal de salud y el eterno rodaje de Eyes Wide Shut, típicamente Kubrick, significó la puntilla: necesitaba bombonas de oxígeno y no tenía fuerzas ni para partir pastillas con las que medicar a un gato.