Igual que Robert De Niro ganó un Óscar engordando como un cerdo en Toro salvaje, La exmodelo sudafricana Charlize Theron ganaría otro adoptando un aspecto grotesco en la peli que nos ocupa. Una de las particularidades de nuestra sociedad, cada vez mas hipócrita en virtud de su creciente neoliberalismo conservador, donde a las personas se las trata y juzga exclusivamente por el tamaño de su cartera, y que mientras aparta con una mano a los desechos de la civilización negándoles cualquier ayuda, colma de premios con la otra a los célebres multimillonarios encargados de darles vida frente a una cámara.

No obstante, la figura de Aileen Wuornos tampoco admite muchas discusiones pese a que Monster la retrate de forma que podríamos juzgar como edulcorada, llegando de algún modo a justificar su locura (convertida finalmente en homicida) por la dura vida que le tocó llevar. Que cada cual saque sus conclusiones. Sobre la película, pues se deja ver, aunque tampoco es ninguna maravilla y más que la Theron destaca Christina Ricci, entonces ya convertida en objeto de sueños húmedos para millones de gafapastas y que, para qué engañarnos, no necesita amontonar prótesis en su cuerpo para demostrar que es mucho mejor actriz.

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