Seguramente ni el director Tom Holland imaginaba que una peli de vampiros de bajo presupuesto orientada al público juvenil con la presencia de Roddy McDowall (actor viejo y en decadencia) como mayor aval, funcionaría demasiado bien. Pero en esta ocasión los agoreros erraron de plano: incluso a pesar de estrenarse en una de las fechas más malas del año, durante los primeros días de agosto y con todo quisque de vacaciones, Noche de miedo hizo muy buena taquilla, que aumentaría a la par que su fama conforme la cinta pasó a distribuirse en vídeo. Esto conduciría a la producción de una secuela notoriamente más floja y finalmente a un innecesario remake estrenado en 2011, que evidenciaba muchas de las carencias del cine actual sobre todo en materia de ideas. Porque la original no da para tanto, aunque resulte entretenida sobre todo en los primeros tramos y final. Entre medias destacan las referencias al cine clásico de vampiros y en especial al de la Hammer, del que Tom Holland era talifán, y el excelente trabajo de Roddy McDowall interpretando al entrañable Peter Vincent, un Van Helsing de pacotilla disfrazado como «gran matavampiros».