Con ustedes la película cuya novela previa «inspiró» al mediocre Stephen King en la escritura de El resplandor. Y es que ese experto en apropiarse de ideas ajenas (lo que en mi pueblo se llama «plagiar», sin medias tintas) tomó los mimbres para su historia de un texto titulado Burnt Offerings que el escritor Robert Marasco había publicado en 1973. En él, una familia decide pasar sus vacaciones en una enorme y aislada casa de campo ofrecida en alquiler a precio de ganga. Los dueños, una enigmática pareja de hermanos, sólo ponen como condición que los inquilinos se cuiden de la madre de ambos, que vive recluida en una habitación del piso superior. Como cabe esperar, lo que empieza como una estancia idílica se va transformando poco a poco en algo mucho más inquietante, misterioso y terrorífico.
¿Ven a qué me refiero? Hasta el final de la película es idéntico al de El resplandor, con fotos de por medio. La diferencia está en que Pesadilla diabólica se estrenó en 1976. Destinada a la gran pantalla y premiada en festivales como el de Stiges, no obstante creeremos estar ante un telefilme más de una vez, en virtud de su factura claramente «estilo caja tonta» (el director, Dan Curtis, venía de ella) y su evidente carencia de medios, suplidos a base de ingenio para crear una atmósfera inquietante y opresiva, que se logra sugiriendo antes que mostrando abiertamente. En eso la película consigue destacar, dentro de sus limitaciones formales y presupuestarias, como también lo hace por su espléndido reparto encabezado por Oliver Reed, Karen Black y una Bette Davis buscando peculio descaradamente pero que así y todo hace un gran trabajo. Se queda fuera el niño, cargante sobre todo al final (sus gritos dan ganas de estrangularlo). Resultado bueno, con altibajos pero dignamente entretenido.