La obra maestra de Quentin Tarantino, sin discusión. Nunca antes había hecho nada semejante y nunca más lo volvería a hacer. Como siempre que abordo el comentario de una película de este calibre, la primera frase del texto y la acostumbrada imagen de cabecera me bastarían para «despachar» el artículo sin dar un palo al agua y pasar a otra cosa, quedando encima como un señor: transcurridos varios lustros desde el estreno sus fans siguen contándose por legiones, y resulta difícil encontrar a alguien que no la haya visto o al menos la conozca de oídas.
Como base para su nuevo trabajo, Tarantino reutilizó los elementos clave de Reservoir Dogs, empezando por el guión de estructura no lineal. Inicialmente su amigo y coguionista Roger Avary había escrito la historia del boxeador Butch y su reloj de oro para filmarla como mediometraje, y un día ambos se pusieron a elucubrar acerca de lo que podría suceder al resto de personajes con los que se cruzaba. De ahí saldría uno de los guiones más perfectos que se recuerdan en el cine contemporáneo, donde no hay lugar para una sola puntada sin hilo. Un ejemplo: discutiendo sobre la película poco después de verla en el cine, recuerdo que alguien reprochó cómo era posible que Butch entrase en su casa, se hiciese unas tostadas, y que Vincent no se alarmase aun estando en el baño plantando un pino. Poco después vemos a Marcellus Wallace cruzando un paso de peatones con un par de vasos de café. Te están aclarando de forma sutil, e incluso divertida, que cuando Butch entra en su casa y Vincent no hace nada, es porque cree que Marcellus ha vuelto de buscar algo para el desayuno…
Casos como el de Pulp Fiction demuestran la certeza de que, sin un buen guión a mano, no hay película que funcione por muy bien hecha que esté. Un buen guión puede salvar un mala película, pero es imposible hacer una buena película a partir de un mal guión. El de Pulp Fiction era tan bueno que sus autores, conscientes del diamante en bruto que tenían en las manos, se pelearon por los créditos (factores como el orden determinan el dinero que uno puede ganar con él) y desde entonces apenas se hablan. Tarantino, que pasó varios meses en Ámsterdam escribiendo (de ahí las referencias a la ciudad y su modo de vida presentes en el primer episodio) afirma que todo lo bueno de ese guión es obra suya, pero se trata de una afirmación dudosa a la vista de su trayectoria posterior.
Sea como fuere, todo el que lo leía se entusiasmaba empezando por Danny DeVito, loco por participar en la producción, y los hoy tristemente famosos hermanos Weinstein. Estos acababan de vender Miramax a Disney y convertirían Pulp Fiction en la primera película de la empresa en incluir una escena de sexo anal (y para más inri, homosexual). A la hora de la verdad no importó porque todos se forraron: financiar la cinta les costó ocho millones de dólares, una cifra irrisoria, y en el primer fin de semana de exhibición ya los habían recuperado. La película recaudaría más de doscientos en todo el mundo, a lo que hay que sumar los enormes réditos aglutinados durante años a través del llamado «mercado secundario»: cintas de vídeo, DVD y demás.
Un negocio redondo, pero más aún si tenemos en cuenta que ya antes de estrenarla se habían embolsado otros once millones con la venta de derechos de distribución a nivel internacional, usando como reclamos la fama de Reservoir Dogs en Europa y el nombre de Bruce Willis quien, enamorado del guión y con su carrera atravesando un bache, aceptó trabajar cobrando mucho menos de lo que solía. Pero si hubo un actor que salió ganando con Pulp Fiction ese fue John Travolta. Siempre plegado a su estilo freak, Tarantino le admiraba al extremo de haber tenido un póster suyo colgado en la pared de su apartamento, pero en aquella época su carrera estaba arruinada y su única perspectiva de trabajo pasaba por aceptar una eventual cuarta entrega de Mira quien habla donde ahora hablarían las sillas. Tarantino, que a raíz de contratarle ganó la fama como «rescatador de antiguas glorias en declive» que aún hoy conserva, le devolvió la vida y gracias a Pulp Fiction volvió a ser nuevamente una estrella, oportunidad que esta vez no desaprovecharía: desde entonces Travolta ha protagonizado muchas cintas taquilleras.
En la actualidad, el reparto coral de Pulp Fiction forma parte de la historia del cine tanto como la propia película. Su procaz director y coguionista acertó nuevamente mezclando los ingredientes que dieron como fruto a Reservoir Dogs, potenciándolos hasta dar forma a un clásico instantáneo cuyo visionado es casi obligatorio cada vez que se emite por TV aunque lo hayas visto un millón de veces. Todo en esta película es memorable de principio a fin. Pero tan incontestable éxito artístico y mediático se cobró su precio, en parte porque nadie se lo esperaba. No al menos con tales dimensiones. Pulp Fiction convirtió al cine independiente, de manera absoluta y definitiva, en un instrumento más de los grandes estudios. Y acabó afectando al propio Tarantino, que hasta entonces había sido poco más que el clásico inadaptado al que todos evitan. La fama y los halagos repentinos le sobrepasaron, desbordándole el ego. Una vez incluso llegó a apostar dinero con un quiosquero a que su cara aparecería en la portada de al menos cinco revistas del mostrador. Ganó.