Unos terroristas han secuestrado las dos mayores plataformas petrolíferas del Mar del Norte junto a su barco de suministros, y piden un sustancioso rescate para no volar todo por los aires y provocar una catástrofe. Pero lejos de amilanarse, el gobierno británico cuenta con los servicios de un grupo de élite comandado por Rufus Ffolkess, un tipo al que la denominar «excéntrico» es quedarse corto. Hosco, insolente y misógino hasta niveles que enfurecerían incluso a las mujeres con más tragaderas, los gatos son su única pasión conocida además del trabajo. Un trabajo en el que, por otra parte, es el mejor. Algo que tendrá ocasión de demostrar al enfrentarse contra el experto grupo de villanos que capitanea el malévolo Kramer.

Estamos ante la que tal vez sea la película más conocida de Roger Moore fuera de su eterno papel de James Bond. Él solía afirmar que era una de sus preferidas, y lo cierto es que sin ser ninguna maravilla, se encuentra muy por encima de la media habitual en su carrera y no está mal pese a que en su día constituyó un fracaso. Ideal para arreglar cualquier tarde de fin de semana como el digno entretenimiento que es, pese a su arquetípico convencionalismo y algunas fases algo tediosas. Con la idea de dar algo de fuste al tinglado vía reparto, acompañan a Moore el gran James Mason y Anthony Hopkins, otro actor «marcado» por un papel, que aquí se encarga de replicarle dando vida al inquietante Kramer.

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