La película podría resumirse añadiendo la frase «What if people in a coma had feelings« a esta imagen:
Joe, el protagonista (con la voz de Jamie Fox) trabaja dando clases a un grupo de inadaptados en un zarrapastroso instituto público de Nueva York mientras sueña con convertirse en pianista profesional de jazz. Esa oportunidad le llega el mismo día en que la dirección del instituto le confirma en su puesto dándole una plaza fija, lo que para él no representa un dilema porque tiene claro lo que quiere. Pero mientras lo celebra dando tumbos distraídamente por la calle, se cae por una alcantarilla y queda en coma tras escapar de la muerte, yendo a parar a un limbo del que Joe querrá evadirse, pues considera que aún no ha llegado su hora.
Tras esta premisa que parece sacada de un tebeo de Francisco Ibáñez, se esconde una película que en su estreno evidenció la necesidad de mucha gente por agarrarse a un clavo ardiendo con tal de olvidar un año 2020 nefasto a causa de la pandemia del COVID, que como en el caso de de versión «carne y hueso» de Mulan, igualmente trastocó los planes de Disney – Pixar obligando a estrenar Soul en su plataforma digital y no en salas como inicialmente había previsto.
A ver, la película está bien y tal; pero no para los manchurrones de semen que me harté de limpiar en mi Facebook leyendo los comentarios que la gente dejaba en él hablando del filme, lastrado por su gastadísima fórmula argumental (recuerden: What if «xxx» had feelings») y un tercer acto cerrado de forma precipitada y difícilmente comprensible. Soul queda así por debajo de películas como Coco, que sacaba mucho mejor partido a idénticos mimbres. Lo único realmente destacable más allá del apartado visual, poco sorprendente a estas alturas no porque sea malo sino porque es norma en la casa y ya no llama la atención (aunque sea original y simpático), es la banda sonora de Trent Reznor, Atticus Ross y Jonathan Batiste, repleta de temas con mucha más alma que la propia Soul.