En 1976 la familia Lutz se hizo mundialmente famosa tras conocerse que había tenido que abandonar su casa, escenario de un truculento asesinato múltiple dos años antes, al parecer acosada por toda clase de “espíritus malignos”. Ni un mes llevaban viviendo allí y no quisieron regresar jamás, ni siquiera para recoger sus pertenencias. Su historia fue rápidamente puesta en entredicho (todo apuntaba a un ardid para escaquearse de pagar una montaña de deudas), pero entretanto el suceso se convirtió en un clásico entre los aficionados a lo paranormal y en 1977 motivó la aparición de una novela, que serviría de base para un largometraje estrenado dos años más tarde con un enorme éxito: financiado con muy poco dinero por la UIP de Samuel Z. Arkoff, personaje luego vinculado a la carrera del ínclito Juan Piquer Simón por distribuir alguna de sus películas en Estados Unidos, Terror en Amityville se convertiría en el filme independiente más taquillero de la historia.

Por lo demás, la cinta no tiene un interés mayor que el de ver a Margot Kidder en un papel distinto al de Lois Lane en Superman y escuchar la interesante banda sonora de Lalo Schiffrin, nominada a un Oscar. La película se benefició de la publicidad gratuita que le proporcionó la historia original, entonces aún en el candelero, y acusa la falta de atmósfera opresiva, suspense y tensión dramática de otros filmes sobre casas encantadas como Al final de la escalera (estrenada también en 1979 y notoriamente superior) o Poltergeist. Para las casi dos horas que dura, se hace un pelín larga.

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